Las 53 obras de la artista Pilar Conesa que fueron expuestas durante el mes de noviembre en el Centro Cultural Aguirre de Cuenca fueron un verdadero jardín de imágenes. La pintora ofreció una muestra de su trabajo creativo con diferentes técnicas y un colorido monumental, del latín monumentalis: monere y mentum, recordar, lo resultado. Es difícil construir realmente un jardín, la ciencia botánica requiere de estudio y dedicación, la naturaleza es caprichosa en esencia. Y también los colores, las imágenes que dotan de vida a lo que se puede ver, y se muestran soberanas algún día, tras su oscuridad remota y la génesis de formas y gestos, que a la postre, pertenece al misterio de la belleza, a la propia creación artística, al mundo de la pintura que no tiene ni tendrá caducidad, su primitivismo es universal.
La visión panorámica que ofrece la visita ocular a las pinturas de Pilar Conesa tiene mucho de boscosidad cromática, de floritura vespertina, de jardín cercado, por seguir con las etimologías: huerto, del francés “jart” y del germánico “gard”, el espacio vegetal vuelto color que vivifica y reconduce a una mirada extraviada en exceso, abatida por el consumo y la televidencia. Los ciudadanos pueden encontrar justamente en esta serie de pinturas de Pilar Conesa un momento para el sosiego, la delicadeza, lo excelso. Lejos de la perturbación icónica de lo publicitario y de la pantalla, cuyas imágenes convergen de un modo abusivo y apabullante, sin dejar tiempo para la intimidad, para el desvío. Mirar un jardín apela a la fluidez y la detención, a contornear una experiencia, un sentido nuevo. Es la democracia de la vida.
La plástica contemporánea todavía sobrevive. Condensa como nunca antes la posibilidad de fundar y de constituir vida para la vista, para las ánimas, lo que tiene aliento. La pintura también respira, como las flores y las plantas. Un jardín de imágenes, la pintura de Pilar Conesa en plena era del pixel, pervivencia florante, abstracta. No es de extrañar que la artista, Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, resida en Cuenca, y que su biosfera particular se localice en las afueras de la ciudad, a plein air. El mayor patrimonio de cualquier lugar del mundo está en su imaginario, en lo que evoca y convoca al pronunciarse, aquello que espera a la visita. Y Cuenca, por su protagónica referencia en el panorama de museos de arte, de la abstracción, de la naturaleza, precisa de la actividad y la dedicación de artistas de hoy que prosigan el cultivo, la siembra, el regadío de imágenes, de colores, de mundos por vivir frente a la desolación que puede llevar el rumbo de lo virtual y de lo online. Es una buena oportunidad para reflexionar sobre los derroteros de la cultura en un tiempo pandémico. Las exposiciones como la de Pilar Conesa devuelven aire a los pulmones, repueblan y reverdecen, fotosíntesis del lienzo.
Con un trabajo artístico consumado a lo largo de décadas, la primera colectiva donde participó data del 70, la estela de Pilar Conesa como pintora y grabadora, como mujer artista, refleja la figura de un oficio y una dedicación vital que, más allá de la docencia y de lo profesional, retorna a los orígenes de la condición imaginativa del ser humano. Reconforta que su exposición en el marco del proyecto “Días de Arte Conquense” y del Festival de Otoño en la ciudad, haya potenciado un arcoiris interior en el Centro Cultural Aguirre, entre sus témperas y óleos el jardín no tiene límites, secretamente habitará en la memoria de quien contempló sus pinturas, como una eternidad regalada, suprema donación del gesto en los pétalos de toda flor nocturna, ya que como dijo Ovidio, forma bonum fragile est, la belleza es un bien frágil.
Fotografía de la exposición recientemente clausurada de la artista Pilar Conesa en el Centro Cultural Aguirre de Cuenca, noviembre 2021