Se acaba un mal año para todos los sectores económicos, pero, sobre todo, para la agricultura y la ganadería. El incremento desmesurado de los costes de producción, motivado por la inflación y la especulación de los precios durante la pandemia, ha sido el denominador común en todas las explotaciones agropecuarias.
A los inasumibles costes, hay que sumar las consecuencias de las políticas aplicadas en el campo. Arrastramos para este año cuatro amenazas: reforma de la PAC, políticas conservacionistas, agua y cadena alimentaria. Amenazas que dependen de la voluntad política y que son cuatro grandes retos del sector para el 2022.
Por eso, todos los que defendemos intereses de agricultores y ganaderos, tengamos cargo público o no, debemos asumir una responsabilidad. El campo necesita más allá de un compromiso. Necesita responsabilidad.
Dicho de otro modo, tenemos un gran objetivo: trabajar para que el sector productor sea rentable en una región pobre como la nuestra.
Para ello hay que tomar decisiones y poner en marcha medidas que solucionen problemas. Sin más dilaciones. Lo que no es de recibo es que, por miedo a una crítica, por perder una alcaldía o un puñado de votos, o simplemente por intereses propios, no se dé respuesta a los agricultores y ganaderos. Sus problemas se convierten en protagonistas de noticias y de programas electorales, pero, a la hora de la verdad, no se cumple. Algo que, por supuesto, decepciona a la sociedad.
Para dar respuesta a los problemas no se puede tener la piel tan fina. No hay que ponerse de perfil ni rendirse en una negociación por miedo a un calificativo o una amenaza.
Hay que tomar decisiones, pero no en clave electoral. No hay que tener la piel tan fina cuando se trate de proyectos de agricultores y ganaderos. O en cualquier faceta de la vida. No hay que controlar bajo la amenaza de la agresión.
Las personas públicas deben asumir su responsabilidad, la que mostraran en campaña electoral, por encima de otros principios y compromisos. Con transparencia y sin manipular a la sociedad, que bastante desencantada está ya ante la falta de respuestas adecuadas.
Así pues, dicho todo esto, 2021 acaba con un perfil muy fino y, de cara al 2022, el reto está en incrementar el nivel de responsabilidad, sea la que sea, porque nos jugamos el futuro.
José María Fresneda es presidente de Asaja Castilla-La Mancha