Cuando no estamos en contacto con la tranquilidad interior, el pensar puede llevarnos a largos viajes que consiguen distraernos. Podemos estar tan nerviosos que nos parezca que nada va bien en la vida. Proyectamos, imaginamos fantasías sobre la vida de los demás, y dejamos de ver nuestras fortalezas, nuestra positividad ,lo mejor de nosotros.
Cuando esto sucede, parece que nos ahogásemos en un sinfín de expectativas, y cada expectativa nos lleva a más decepción. Cicerón hablaba de que “la vaca ya no da leche, pero nosotros esperamos mantequilla”.
Érase un hombre picapedrero. Todos los días iba a la montaña, cortaba unas piedras y las llevaba a casa. En su taller creaba pequeños ídolos, cuencos… y así se ganaba la vida.
Era infeliz porque subir a la montaña, cortar la roca y llevar piedras a casa era ardua tarea. Cuando trabajaba había polvo por todas partes y dependía de los ricos compraran su mercancía. Le parecía que no tenía ningún poder, y por ello se sentía insatisfecho el picapedrero.
Le pidió a Dios una vida buena y fácil, ser rico, más después ser rey, después ser el Sol con su poder de luz, posteriormente pidió ser nube que tapaba al Sol, y luego ser el viento que tapaba el Sol con las nubes. Pero luego más poderoso que el viento…. era la montaña más grande que había visto nunca e impedía que el viento moviera nada.
“Dios, haz que sea una montaña “. ¡Zas! y así fue, se convirtió en una montaña. Y el viento no puede mover montañas. “Y ahora soy la montaña más grande. ¡Ya está!
Fue feliz el picapedrero durante un tiempo; pero, un día oyó un golpeteo. Era como si alguien le estuviera cortando una parte. ¿ Quién puede ser tan poderoso que es capaz de cortar una montaña?… pensó”. Debe ser la persona más poderosa del mundo”. Bajó la vista y vio que era un picapedrero.