Al Miércoles Santo le tocó aguantar la mirada a un cielo encapotado. Nazarenos y nubes se desafiaron en un duelo de western de Sergio Leone. Los primeros querían calle. Las segundas querían chubasco. Ganó la procesión del Silencio a unos nimbos que resultaron ser perros ladradores, pero inofensivos. La Semana Santa de Cuenca merece ganar todas las partidas este año. El cielo parece estar por el momento de su lado.
Videocrónica de la procesión en este enlace
Dribló a las precipitaciones una procesión del Silencio que inició su recorrido con puntualidad desde la iglesia de San Esteban. Una multitud presenció la salida del Huerto y el Beso de Judas, ambas tallas de Marco Pérez. Los olivos de las imágenes jugaban a camuflarse entre la vegetación de la Plaza de la Hispanidad mientras se formaba la comitiva, encabezada por la banda de la Junta de Cofradías. Entre los invitados a este desfile había miembros de la guardia pretoriana de la Pasión Viviente taranconera, encargados de escoltar a la imagen del Prendimiento durante la procesión.
El cortejo apenas había recorrido unos metros de la calle Aguirre cuando hizo acto de presencia una llovizna entrometida. El agua torció algún gesto bajo los capuces, pero la tormenta no se atrevió a ir más allá de la Puerta de Valencia. El Prendimiento y la banda de Horcajo lo celebraron en Alonso de Ojeda, donde los banceros del Judas se giraron para homenajear a un hermano caído.
En El Salvador se unieron a la comunidad la Amargura y San Juan junto a sus hermanos celestes. Un año más, la banda de San Clemente estuvo a su lado y antes de iniciarse el desfile hay un recuerdo para Tomás Redondo, histórico director de la agrupación musical de La Mancha, fallecido en 2020..
El trío de imágenes de Marco Pérez ascendió por el Casco Antiguo, primero como hilos que se enhebran por los reducidos espacios de Solero y Peso y después con mayor amplitud por Andrés de Cabrera y Alfonso VIII. El cielo cubierto no intimidó a los conquenses que, una vez más, abarrotan la Plaza Mayor. Las bandas se dejaron el pecho en el Vaticano de Cuenca para que los banceros se lucieran bajo los arcos del Ayuntamiento. Los del Judas lo hicieron con Costalero y la virgen se balanceó con la Marcha de Infantes antes de continuar hacia el Palacio Episcopal.
En el descanso reapareció la lluvia y vino con refuerzos.
En el descanso reapareció la lluvia y vino con refuerzos. Hubo cierta inquietud, porque el agua caía discreta, pero amenazaba con quedarse a pasar la noche a pesar de que nadie le había invitado. La duda se disipa rápidamente. Había sed de procesión tras dos años de sequía, así que las hermandades, dispuestas a apurar el Miércoles Santo hasta la última gota, zanjaron la situación usando las palabras con las que Arya Stark da plantón al Dios de la Muerte: Not Today.
Tan firme fue la convicción de las hermandades que la llovizna se rindió ante los pertinaces nazarenos y se reanudó la procesión, con la incorporación desde la Catedral de la Santa Cena, que hizo acto de presencia en la Plaza Mayor tras un titánico esfuerzo de sus banceros para superar la escalinata. Se unieron también al cortejo los hermanos San Pedro, la Negación y el Ecce Homo de San Miguel. La Virgen y San Juan, que cerraban el desfile en la bajada, salieron del Palacio Episcopal cubiertos en plástico, pero no tardaron en quitarse la protección al ver que la amenaza de lluvia se disipaba de una vez por todas.
Ls hermandades descendieron por Alfonso VIII, bajo la luz macilenta de los faroles, ante la atenta mirada de los espectadores, abundantes en cada uno de los puntos del recorrido. Los pasos hicieron escala en San Felipe Neri para su repostaje espiritual. Después los banceros se convirtieron en marinos y las horquillas en remos para navegar por El Escardillo y la curva de la Audiencia. Una vez superados estos obstáculos, San Pedro, la Cena y El Ecce Homo parecían trasatlánticos a su paso por Palafox.
La procesión pisó al fin terreno llano en Calderón de la Barca. Para algunos pasos eran los últimos metros de un desfile victorioso. En San Esteban se despidieron El Huerto y el Judas. La Cena y San Pedro lo hicieron Diputación. Una saeta sonó en el lorquiano Miércoles Santo de los olivos para despedir a la hermandad de Excombatientes.
Debido a los titubeos por la lluvia, la procesión terminó más tarde de lo previsto. Eran más de las tres de la mañana cuando La Amargura y San Juan entraron en El Salvador. El Ecce Homo continuó su trayecto hasta San Andrés. Ganó la Semana Santa de Cuenca. El eco de un gran miércoles Santo reverberaba en la noche callada cuando los nazarenos emprendían el camino a casa.