El Sábado Santo es para descansar, no necesita una procesión. Pero si no es necesaria, ¿qué hace tanta gente en la puerta de San Esteban? La respuesta la ofrece la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores y las Santas Marías. Faltan unos pocos minutos para llegar a las 19:00 de la tarde cuando la cabecera empieza a formar y el sonido de las matracas avisa del inminente comienzo de la procesión.
Con diligencia y buen hacer las filas se forman y las Tres Marías salen a la calle, desfilando por la calle de las Torres hacia el Casco Antiguo conquense, recorrido inverso al que se realiza el Lunes Santo. La talla se mece con tal gracilidad que parece que lleven procesionando veinte años y no solo dos.
Desde su primer desfile en 2018 han tenido tiempo para hacer cambios: las almohadillas y horquillas de los banceros, la disposición de las imágenes sobre las andas y también sus ropajes y se han añadido varios enseres. Y, pese a ser su segundo desfile, ya tienen a quien homenajear durante la procesión, como ha sido el caso del compositor conquense José Luis Torijano, que estrenaba su marcha “Mater Desolata”. Y, siguiendo con estrenos, en vez de Miserere, el Coro del Conservatorio ha entonado “Llora la Virgen”, composición de su actual director, Pedro J. García Hidalgo.
Se nota que es una procesión nueva y que Cuenca está deseosa de empaparse en su idiosincrasia. Desde el comienzo del trayecto y hasta el final las calles han estado llenas de testigos curiosos que querían acompañar a las Tres Marías en su dolor. Un acompañamiento lleno de respeto y silencio, solo roto por el sonido de las matracas (que han asustado a más de uno por su brusquedad) y de la Agrupación Musical Alfonso Octavas. Agrupación que ha demostrado su maestría durante todo el desfile, arrullando de manera suave la subida de la hermandad más joven de Cuenca hacia la Plaza Mayor.
Cae la noche casi al mismo tiempo que llegan la Virgen, Magdalena y Salomé a la Plaza, en una maniobra coordinada de antemano con el cielo para sumar emoción y espectacularidad a un desfile que ha demostrado ser único. Hasta el Sol sabe cuándo debe esconderse y ceder el protagonismo.
Solo dos oportunidades ha necesitado la hermandad de las Tres Marías para demostrar cuál es su sitio en la Semana Santa de Cuenca. Solo dos horas necesitan para firmar un desfile que haga que los conquenses podamos disfrutar de una procesión como turistas. Dos oportunidades nada más para fascinarnos con su ritmo sobrio, elegante y novedoso. Dos desfiles para demostrar por todo lo alto por qué era necesaria una procesión en Sábado Santo.
El desfile termina en la Catedral, en un acto íntimo donde los hermanos de las Tres Marías se desprenden del capuz negro y se quedan solo con la túnica blanca, señal del inicio de la Vigilia Pascual y de la resurrección de Cristo. Un secreto que mañana se cantará a voces.