La visita del cobrador de la luz con la que comienza Historia de una Escalera conecta desde el primer momento la obra con la época actual y reafirma la tesis sobre el paso del tiempo de Antonio Buero Vallejo. Pueden pasar diez años, veinte o setenta, pero las cosas cambian muy poco para quienes viven en el rellano. Hoy los cobradores no llaman a la puerta, precisamente porque la suya era una profesión de riesgo, pero la compañía eléctrica sigue siendo una ladronera. Cada vez es menos habitual compartir un pitillo en el descansillo, como los jóvenes Fernando y Urbano, pero seguimos haciendo, al igual que ellos, grandes planes que se desvanecerán como el humo. Lo que seguimos haciendo casi igual que décadas atrás es enamorarnos. Unas veces con acierto, hasta el día de nuestro entierro, y otras para acabar con la persona equivocada y quedarnos con las ganas de tirar a Cupido por el hueco de la escalera.
Cubicaje Teatro, la compañía de teatro universitario del Campus de Cuenca de la Universidad de Castilla-La Mancha, se subió por primera vez al escenario y logró extraer el jugo cómico a una pieza de marcado tono pesimista sin quitarle ni una capa de profundidad al texto. Bajo la dirección de Pilar Martín, el elenco de actores y actrices de Historia de una escalera, que en muchos casos no habían actuado en su vida, brindó en el Paraninfo unas primorosas interpretaciones, por encima del nivel que se espera en el teatro amateur. La química del teatro hizo reacción en el patio de butacas desde el primer momento y los espectadores se engancharon a la propuesta tierna y divertida de la compañía.
Foto de Paula Martínez
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