Un amigo le contó a Keiko Mataki que, el día que conoció a Kozo Okano, le dio la impresión de que se trataba de una persona con un alma fuerte. Quizás por ello el día que el artista japonés falleció en Cuenca ese alma se quiso despedir a lo grande, filtrando su luz para que se formara un arcoíris sobre las hoces, según comentaron varios testigos a su compañera de vida, que le acompañó hasta el último momento.
Este año se han cumplido veinte años del fallecimiento de Okano. Se marchó un 26 de octubre de 2003, pero fue un 2 de noviembre cuando Keiko Mataki organizó una ceremonia inspirada en el sintoísmo y el budismo para echar sus cenizas al Júcar y al Huécar, como él había deseado. Y es que el pintor era también un aficionado a la pesca, como recordó Mataki en el reportaje que El Día de Cuenca hizo sobre esta despedida.
“Okano era un pintor que se enamoró de Cuenca y se fundió con Cuenca”, recuerda la artista japonesa, que veinte años después sigue cuidando el legado de su compañero, al que se rendirá homenaje el próximo año con una exposición antológica en la Fundación Antonio Pérez.
Okano llegó a esta ciudad en 1968 invitado por Fernando Zóbel, después de que el impulsor del Museo de Arte Abstracto de Cuenda adquiriera una obra del japonés en una exposición en Madrid. El artista quedó encantado con Cuenca y se instaló inicialmente en la calle San Pedro en una casa cedida por Antonio Lorenzo y posteriormente en una vivienda en el barrio de San Martín, cerca de las Casas Colgadas. Poco tiempo después, durante unas fiestas de San Mateo, conoció a Keiko Mataki, con la que compartía nacionalidad, vocación artística y cariño por esta ciudad que se terminó convirtiendo en su hogar.
Keiko Mataki viajó con el resto de las cenizas de Okano a Japón, para que el pintor también pudiera descansar en su ciudad natal, Kurashiki, en la provincia de Okayama. La ceremonia tuvo lugar en Kojima el 13 de noviembre de 2003, 49 días después de su fallecimiento, como marca la tradición budista. “Dio la casualidad de que aquel día era el cumpleaños de su hermana;. Tomé la palabra y en el momento en el que levanté la cabeza para hablar todos vimos cómo se formaban cuatro arcoíris en el cielo”, rememora la artista.
En la foto del periódico nipón que se hizo eco de la noticia se aprecia la aparición de este fenómeno natural sobre las cabezas de los presentes y aquella luz también estuvo presente en el momento en el que se depositaron las cenizas en el mar.
El artículo que El Día dedicó a la ceremonia de despedida del artista japonés en los ríos conquenses recogía unas contundentes palabras del pintor conquense Miguel Ángel Moset: “Esta ciudad le debe un homenaje a Okano”. Keiko Mataki se puso manos a la obra y está preparando esta exposición antológica que por motivos de agenda, no ha llegado a tiempo para coincidir con este veinte aniversario, pero que ya tiene fecha para el 2024. La muestra abrirá sus puertas en la Fundación Antonio Pérez el día 3 de mayo y podrá visitarse hasta el 21 de julio.
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