Pilar Gómez Couso, profesora de Lengua y Literatura que impartió clase en centros como el colegio Fray Luis de León, el IES Pedro Mercedes y la Facultad de Educación, recopila en el libro Cuentos de encantamiento, de hadas o maravillosos en la provincia de Cuenca, editado por el servicio de publicaciones de la UCLM, una amplia muestra de historias infantiles, transmitidas de generación en generación mediante la narración oral en pueblos donde muy poquita gente sabía leer o escribir
El origen de esta publicación se remonta a la década de los ochenta, cuando Gómez Couso empezó a buscar ideas para su tesis doctoral. “En aquella época yo daba clases en un instituto en París y leía mucho a André Gide, así que pensé en hacerla sobre él y Cernuda, para ver cómo habían tratado la homosexualidad en sus escritos”, comenta la profesora. Sin embargo, en los cursos de doctorado asistió a uno sobre folclore y literatura que le descubrió un nuevo campo de estudio que estaba por explorar.
“En Cuenca no se había hecho mucho sobre cuentos de gente que no los hubiera leído, sino que se los hubieran contado y han pasado de generación en generación. Entonces solo estaban las leyendas de María Luisa Vallejo, Pedro Cerrillo estaban con la lírica y José Torralba había investigado canciones, pero cuentos no había”, rememora la profesora nacida en Galicia, que se percató de que había riesgo de que esas historias se perdieran. Además, le encantaban los cuentos desde pequeña.
“Mi madre nos leía la Odisea adaptada para niños cuando tenía cinco o seis años y yo estaba alucinada con todos sus personajes, para mí es el mejor libro de aventura que existe”, recuerda la investigadora, que cuando era niña, ya en Cuenca, aparcaba los juegos con sus amigos en una placeta del Cerro de San Cristóbal para subir a escuchar un cuento radiofónico que emitían por las tardes.
Tomada la decisión de hacer la tesis sobre los cuentos de tradición oral de la provincia, se puso manos a la obra. Empezó en la comarca de la Alcarria “porque era una zona fronteriza, pobre, donde había narradores que podían encajar con el estudio”. Sobre todo buscaba personas que fueran prácticamente analfabetas, ya que eso aseguraba que el cuento se había transmitido por tradición oral. ”Estuve con una mujer de Valdolivas, que había llegado para trabajar de criada, que me contó algunos cuentos delante de una lumbre baja, hablando con orgullo del abuelo que se los contó a ella y con una emoción que se me contagió”, rememora la profesora.
¿Cómo conseguía los narradores? “Yo estuve de inspectora de Educación durante algunos años, así que visitaba los colegios e institutos de la provincia, a los ayuntamientos y a los curas; allí preguntaba si conocían a alguna persona que se supiera cuentos”, revela. También se pasaba por los centros de mayores con su magnetófono. A veces, para romper el hielo, ella misma contaba primero un cuento “y después alguien decía que se sabía uno parecido”. En total recorrió ochenta localidades en un viaje “que fue muy entrañable, sentimental y poético”.
La autora transcribía los cuentos en cuanto regresaba del pueblo “tal y como me los contaban”, porque era un trabajo científico que consistía no solo en recoger la historia, sino también en dejar testimonio de cómo se lo habían narrado. La publicación de la UCLM incluye un código QR en el que se puede consultar el análisis lingüístico que ha hecho de estos cuentos, “y es muy interesante, porque hay palabras que ni conocía, como localismos o específicas de profesiones; y un análisis de los narradores: nivel de estudios, orígenes del cuento, cómo lo contaban…”.
Pilar Gómez Couso siguió haciendo entrevistas hasta el comienzo del siglo XXI y a sus alumnos de la Facultad de Educación y del Pedro Mercedes les proponía, como deberes de Navidad, que preguntasen a sus familiares si conocían algún cuento, una tarea que los estudiantes recibían de buen agrado “y ese sentimiento del abuelo de que lo que le estaba contando a su nieto era importante para el instituto o la universidad reforzaba también los vínculos, y con afecto se aprende mejor”.
Este libro recopila 67 cuentos de encantamientos, pero la autora ha reunido en la provincia de Cuenca 500 versiones de diferentes temáticas. “He seguido la clasificación de cuentos maravillosos de Aarne, Thompson y Uther, que distingue entre los de animales, brujas, novelescos, de Dios premia y castiga, ogros…”, explica Gómez Couso, que ha añadido un grupo a esa categorización clásica para dar cabida a algunas leyendas, oraciones y romances que le contaban en sus viajes.
El origen de estos cuentos “suele estar en ritos primitivos como la iniciación, el paso de ser un niño a un adulto”. Otros tienen que ver con los mitos grecolatinos: “Perseo y Andrómeda están ahí, Fausto, Jasón y Medea…”. Gómez Couso ha estudiado estos orígenes y cómo historias semejantes aparecen en Eslovaquia, la India o hispanoamérica y apunta que hay dos teorías: “la monogenista, que dice que con los cuentos ocurre como con la lengua, que tienen origen indoeuropeo y se fueron extendiendo; y la poligenista, que dice que ante fenómenos de la naturaleza, como un eclipse o una tormenta, en distintas latitudes daban explicaciones similares”.
Gómez Couso pone como ejemplo uno de los cuentos más conocidos, Juanillo El Oso. Este relato está presente en países como China e India, pero a ella se lo han contado en Vega del Codorno, Mota del Cuervo, Valdeolivas y Cuenca, en cada sitio con sus propias variantes. Lo mismo ocurre con Medio Pollito, que se encuentra tanto en nuestra provincia como en Estonia.
“Algunos estudios consideran que los cuentos de encantamiento tienen una estructura fija y tienen una serie de motivos que se repiten en todas partes del mundo”, explica la investigadora.
Entre esos motivos recurrentes aparecen la princesa secuestrada, la esposa perdida y más tarde hallada, el combate con el agresor o los zapatos de hierro, el que aparece en Cenicienta y que a la profesora de lengua y literatura le contaron en Vega del Codorno, pero contextualizado en su pueblo. En esta versión conquense la madrastra “era una maestra que ofrecía pan y miel a las hijas de un hombre viudo para hacerles la pelota con el objetivo de que convencieran a su padre de que tenía que casarse con ella. Al final él accedía, pero con una condición: lo haría cuando se desgastaran unos zapatos de hierro que le había regalado”.
Este motivo, combinado con otro que es el castigo del agresor, aparece también en una versión de Blancanieves en la que la castigan a la madrastra con unos zapatos de hierro candentes para matarla. Y en Cenicienta, las hermanastras, para que les cupiera el zapato con el que el príncipe elige a su futura esposa, una se corta los dedos y la otra el talón.
La violencia explícita de estas historias invita también a reflexionar sobre la tendencia que existe, desde la irrupción de Walt Disney hasta nuestros días, a edulcorar cuentos infantiles clásicos. Gómez Couso cita el libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas de Bruno Bettelhein para explicar que “los niños tienen una serie de tensiones interiores: el deseo de ser amado, el temor de ser rechazado, el amor a la vida, el miedo a la muerte… Todo eso está en su interior y los cuentos tradicionales resuelven muchas de las apetencias y conflictos que tienen los niños de pequeños, por eso se identifican con los personajes y quieren siempre el mismo cuento”. Advierte la profesora que “si al niño le evitas muchas de estas cosas le estás coartando mucha resolución de conflictos”.
Los cuentos son también una forma de abordar tabús de la sociedad. En uno de los cuentos recopilados en este volumen se aborda el incesto, con una historia de un padre que se tiene que casar con su hija, que sirve como muestra de las sociedades endogámicas primitivas.
Otro aspecto interesante de estos cuentos es cómo se aborda la relación con la naturaleza. Por ejemplo, el bosque “es la frontera y el paso al mundo subterráneo, al Hades, al infierno, donde suceden las cosas más increíbles”. Ese vínculo aparece especialmente en los cuentos de animales. En otra de las categorías, los chistes y anécdotas, que se meten mucho con uno de los poderes de su tiempo: los curas, “a los que consideraban lascivos, lujuriosos y glotones”.
Por otro lado, dentro de los cuentos maravillosos aparecen siete tipos de personajes: el héroe, sus ayudantes, los donantes que proporcionan el objeto mágico para que pueda resolver el problema, “por ejemplo, una patita mágica de una hormiguita que le permite pasar por el ojo de una cerradura”; el mandatario, el agresor, que puede ser un diablo, un ogro o la bruja; el falso héroe y la princesa, con la que el protagonista se casa al final. La mayoría de estos personajes aparecen en uno de sus favoritos, que es el de Pedro El Valiente.
“Lo que plantean estos cuentos es que la vida tiene dificultades y hay que afrontarlas a través de tareas difíciles, pero al final habrá un final feliz; eso impulsa al niño a hacer las cosas, aunque sean dificultosas”, subraya Gómez Couso.
El filósofo koreano Byung-Chul Han sostiene en uno de sus últimos ensayos que la narración vive un momento de crisis. Gómez Couso considera que “hoy los cuentos se cuentan en la intimidad, porque el mundo de la imagen lo invade todo, pero la afectividad que supone la palabra hablada de una madre, y lo digo porque las narradoras son más abundantes que los narradores, esa calidez que tiene la voz que cuenta un cuento por la noche, eso entra en el niño”. Además, los cuentacuentos siguen teniendo bastante éxito entre las actividades infantiles, así que quizás todavía haya partido.
Este libro de cuentos de encantamientos agotó en muy poco tiempo su primera edición y la presentación que hizo la autora en el salón de actos del Centro Cultural Aguirre fue multitudinaria. La segunda edición ya está en las librerías de Cuenca. Se trata de una publicación que gustará tanto a quienes solamente tienen interés en los cuentos como a investigadores de la lengua y la literatura y que es el resultado de un trabajo hecho con pasión, por lo que Gómez Couso termina con un consejo a quienes vayan a hacer su tesis doctoral: “el tema que elijas te tiene que emocionar.”
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