El historiador Julián Recuenco ha anunciado la Semana Santa de Cuenca con un pregón en el que ha navegado desde las raíces de esta tradición hasta sus recuerdos familiares más profundos, con reflexiones en torno a la religiosidad, los mitos y los distintos componentes que impregnan el sentimiento de los nazarenos conquenses para hacerlo diferente al de otros lugares del mundo. Puedes leer aquí el pregón íntegro.
Precisamente las primeras palabras de Recuenco, escoltado por ramas de olivo y guiones de hermandades, han sido para unos nazarenos de Cuenca, aquellos “que han pasado a formar parte de aquella procesión del cielo que cantara en otro pregón Rafael Pérez Rodríguez” y en particular a su padre, Julián Recuenco Escudero, “al que me gusta imaginar con un clarinete de nubes en las manos, ensayando las notas de San Juan con un coro de ángeles y querubines”.
A continuación el pregonero ha reflexionando líricamente sobre el ciclo de la pasión, muerte y resurección “de aquel que nos ama y al que decidimos amar cuando, vestidos con la túnica y el capuz de nuestros antepasados, nos sentimos parte activa de este ciclo que hoy vuelve a abrirse en nuestro calendario.
“Otras veces las rosas volverán a renacer en la corona de Cristo”, ha proclamado un Recuerdo que ha defendido que “el misterio cristiano es más importante que los de los mitos paganos”.
Recuenco ha destacado cómo los conquenses “como las vírgenes prudentes de la parábola”, llevan ya tiempo con los preparativos de Semana Santa “mientras las marchas suenan ya en vuestros equipos de música” y ha coincidido con su predecesor Carlos Julián Martínez Soria al señalar que el pregón es lo mejor que le pueda pasar a un nazareno conquense.
Sin embargo, ha confesado que esta es una tarea difícil, porque es una responsabilidad “venir aquí para decir que la vida a a volver a vencer a la muerte” a unos nazarenos de Cuenca “a los que no les gusta escuchar palabras oídas con anterioridad”
Por eso Recuenco ha indagado en las razones que le han llevado a ser escogido como pregonero si por su faceta de historiador, nazareno o cristiano “un poco débil en sus creencias.
Se ha decidido por comenzar con su faceta histórica, remontándose a la renovación de la iglesia en el Concilio de Trento, en algún año indeterminado del siglo XVI y en una Cuenca “que empezaba a nacer al otro lado del Huécar”. El protagonista de su relato “podía ser Francisco Becerril, el famoso platero”; o bien Francisco de Luna, “el arquitecto que unió los cerros de Socorro y San Cristóbal”; quizás el desconocido boticario Blas de Murcia, o también “cualquiera de nosotros, después de un viaje onírico en el tiempo”; o, en definitiva, “cualquier anónimo nazareno, de hoy, de ayer o mañana, porque quizás el ciclo cronológico sea solo una serpiente cósmica que vuelva a morderse su cola con las fauces de su historia”.
Independientemente de su identidad, Recuenco ha imaginado a ese primer nazareno con túnica blanca abierta por la espalda, empuñando un látigo “con el que acaba de abrirse las carnes” y caminando detrás de una cruz sin crucifijo o de una Virgen Dolorosa “aún sin palio en el que esconder sus lágrimas de madre afligida”.
Llegados a este punto, reflexionado Recuenco sobre los mitos y realidades de la Semana Santa de Cuenca y ha defendido que “el mito es bonito si no lo confrontamos con la historia”, mencionando como ejemplo la extendida creencia de que el origen de las hermandades está ligado a los gremios. Por ello, urge a reflexionar sobre el pasado “porque solo conociendo de verdad nuestra historia podremos encontrar respuestas a las preguntas”.
A continuación, Recuenco se ha dejado llevar por recuerdos infantiles de las procesiones conquenses, que después se convertiría en un “joven enamorado de la Semana Santa” que, finalmente, deja atrás la infancia “cuando siente el peso del banzo sobre sus hombros”.
Aquellas procesiones de la niñez de Recuenco “son distintas a las de ahora” y ha mencionado momentos como el momento en el que “las mujeres salvaron el rito y cambiaron la historia cuando decidieron incorporarse a la procesión”.
El pregonero, en su repaso familiar desde el pequeño que salía con tulipa de cristal tallado y hojalata e luego dio paso a la horquilla, el hachón y el cetro, ha destacado “la sangre nazarena que corre con sus venas”, con recuerdos como cuando corrió emocionado a decirle a su abuela Concha que le tocaba ser bancero de turno o la influencia de su padre, que fue “nazareno de gorra de plato” y su madre “que como todas las mujeres de entonces,.
En su pregón, Julián Recuenco ha defendido que la Semana Santa “es folclore, cultura y arte desbordado en la talla y en los bordados” pero también sentimiento religioso “y sobre todo, una forma diferente de sentir a Dios”.
“El nazareno y el cristiano son dos imágenes de la misma moneda, como ese Jano que adoraban los romanos”, ha insistido el historiador, que ha reflexionado sobre las comparaciones del mundo actual con la “corrupta” roma de los césares “y quizás sea cierto, pero quizás también estamos a tiempo para la salvación y los nazarenos de Cuenca tenemos la obligación vital de conseguirlo.
“No se trata de dejarnos crucificar, pero sí seguir su ejemplo y amor”, ha pedido al auditorio un Recuenco que ha apelado al silencio en el final de su discurso, ese que “es el verdadero pregonero de la semana de Pasión.
La periodista Águeda Lucas ha presentado un acto que ha contado con el acompañamiento musical del Coro del Conservatorio de Cuenca y la Banda Municipal de Música.
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