Es Viernes Santo y Cuenca se va quedando desnuda de procesiones. Semana Santa atípica que culmina en el día de hoy con la muerte de Jesús.
El cielo enmudeció la turba… El silencio se convertía en el protagonista de la madrugada del viernes santo conquense.
El calvario se tiñó de soledad…
Esta Semana Santa, tan vital para la ciudad, nos ha dejado una sensación de abandono y soledad nunca antes vista. Por ello, los conquenses tan aferrados a su Semana Santa han optado por visitar los templos donde se encuentran las imágenes para poder dedicarles sus rezos, su admiración y sus lágrimas.
Colas interminables en los templos…Sentimientos nunca vistos…No parece Viernes Santo.
Todo parecía estar preparado…Sin embargo, se sucedieron las suspensiones…
Los banzos no encontraron hombros en los que sustentarse, ni acordes musicales al compás. San Esteban, tal y como profería su párroco, se encontraba inmersa en un camino de dolor.
Mismo sentir en las Concepcionistas…Jubileo incesante de conquenses y no conquenses en las iglesias. Se sucedieron las instantáneas, fotografías para el recuerdo de un día nunca antes vivido.
Algunos banceros allí reunidos se encargaron de disponer el espacio para facilitar a los visitantes el acceso a las imágenes. En este caso, a la co-patrona, uno de los pasos más queridos y numerosos de la Semana Santa conquense.
La Iglesia de El Salvador, también abarrotada, se inundaba de lágrimas. La unión de los hermanos y el sentir nazareno no encontraban consuelo.
Luz y conexión espiritual que sólo podía encontrarse bajo techo. Allí, también se sucedieron las oraciones.
El goteo incesante de hermanos se hizo trascendental. Y la cola a las puertas de El Salvador no parecía tener fin. Admiración y fervor identificativas de la Semana Santa de Cuenca.
Se sucedieron las lágrimas, el sentir de la Cuenca nazarena se hizo protagonista de este día.
No hubo recorrido en la ciudad, pero sí un sentido mecer de pasos acompañados de las inconfundibles marchas nazarenas. Cariño, sentimiento, devoción y tradición se aunaron. Incluso, en aquellos encargados de salvaguardar los pasos.
Finalmente, se cumplieron las previsiones…
El cielo, también lloró con el sentir de la Cuenca nazarena.
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