Siete mil doscientos cincuenta y ocho kilómetros nos separan de Venezuela, un país que atesora una gran cantidad de recursos naturales: Petróleo, gas natural, oro, diamantes, etc…
Una expedición dirigida por un conquense, natural de Torrejoncillo del Rey, Alonso de Ojeda, navegando por América del Sur puso el nombre de “Venezuela”, debido al parecido con la Venecia italiana. Los españoles, en 1522, comenzamos la colonización de la parte continental de Venezuela.
A pesar de la distancia, la lengua común y una historia entrelazada desde siempre nos hacen permanecer muy cercanos a los hermanos venezolanos.
Como dije antes, Venezuela es un país con enormes posibilidades pero que ha sido empobrecido por un régimen liberticida, por el comunismo populista de Chavez, antes, y de Maduro, ahora.
La libertad, el respeto a la propiedad privada y la seguridad jurídica son los pilares que han hecho desarrollarse e los países. Gobiernos tanto conservadores, como liberales o incluso socialdemócratas, han conseguido, respetando esos tres principios, hacer avanzar a sus territorios.
Un venezolano tiene un salario mínimo mensual de unos tres euros aproximadamente y necesita unos 18 para cubrir una alimentación básica. Este sencillo dato nos puede dar cuenta de la situación en la que viven la inmensa mayoría de los venezolanos.
Todos hemos seguido con interés y emoción las elecciones venezolanas, en las que hemos acariciado el final del dictador Maduro.
Las elecciones han sido un auténtico fraude. Un 20% de la población de Venezuela no ha podido votar y no porque no hayan querido si no porque el sistema del voto de los más de ocho millones de venezolanos expulsados de su patria, el voto exterior, estaba diseñado para impedir que pudieran ejercer su democrático derecho. Tampoco la competición electoral ha sido limpia porque Maduro ha impedido la inscripción de candidatos opositores, bien con detenciones, bien con la inhabilitación de otros por medio del uso fraudulento de una justicia puesta de rodillas ante el dictador.
La campaña electoral tampoco ha sido limpia porque Maduro ha impedido, por ejemplo, que los opositores pudieran desplazarse en avión en un país de casi un millón de kilómetros cuadrado, además de haber perpetrado detenciones arbitrarias de los miembros de campaña de la oposición.
Y menos limpia fue la jornada electoral en la que se impidió a muchos “testigos”-interventores-ejercer su control, echándolos de los colegios electorales, consiguiendo así que no pudieran acceder a las actas electorales de cada una de las mesas.
A día de hoy Maduro sigue sin enseñar las actas electorales y ha iniciado una “huida hacia adelante” amenazando con encarcelar a los opositores y ejerciendo la violencia para amedrentar a los venezolanos que, sin duda, quieren mandar al tirano al basurero de la historia.
Solo China, Rusia; Irán, Cuba, Monedero y Zapatero han reconocido la victoria de Maduro.
Un líder populista y narcisista; ruptura total de la división de poderes para concentrar todo en unas solas manos; una justicia controlada por el poder; y medios de comunicación genuflexos ante el que manda, son el perfecto caldo de cultivo para un tirano que solo busca permanecer en sillón cueste lo que cueste.
Permanecer equidistantes ante lo que está pasando en Venezuela no es posible. No reconocer similitudes peligrosas con la deriva española, tampoco.
Sánchez es un narcisista de libro: aires de superioridad; menosprecio a los demás que él considera inferiores; poca empatía con los otros; fantasías de perfección, etc.
Ya controla el Tribunal Constitucional y, así, ha conseguido el borrado del mayor caso de corrupción política de España: el caso de los ERES de Andalucía. Noventa y cuatro millones de dinero público que se utilizó para drogas, prostitutas y compra de favores y que ahora Sánchez va a limpiar de un plumazo.
Sánchez controla el Congreso, aun habiendo perdido las elecciones, por su sumisión al independentismo catalán y vasco, a los blanqueadores de la banda terrorista ETA, y a los amigos de la dictadura venezolana de Maduro.
Lo de los medios de comunicación no merece más comentario porque todos los vemos y oímos.
Venezuela está, como decía antes, lejos kilométricamente pero su situación debemos observarla como en un retrovisor y con aquello de: Cuando las barbar de tu vecino veas pelar…
Ahora toca luchar por la libertad en Venezuela. Mañana, Dios dirá.
¡Viva Venezuela libre!
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