Cultura San Julián

Cansado repasa en un hilarante pregón las etapas ‘picassianas’ de su relación con Cuenca

El escenario no ha sido el previsto, ya que la lluvia ha obligado a un cambio de planes, pero Javier Cansado sí que ha cumplido con las expectativas y ha hecho reír a los conquenses en el Auditorio de Cuenca con un pregón para abrir las fiestas de San Julián plagado de anécdotas a caballo entre la realidad y la ficción.

El humorista ha repasado en el pregón sus vínculos con Cuenca, que no se limitan solo a lo bien que habla de esta ciudad en los podcast y en la tele o de que estuvo “a punto de llamar Martín Alhaja a mi hijo”, sino que tienen un punto de partida familiar, ya que su padre, nacido en Motilla del Palancar, se fue con dos años a Cuenca porque destinaron aquí a su abuelo, funcionario de Correos, y terminó siendo músico de la banda municipal. Vivieron en Calderón de la Barca, “que no es Carretería, pero no es mala calle” y el pequeño Cansado venía aquí a pasar los veranos con su familia materna.


Cansado ha definido su relación con Cuenca como “picassiana”, comparando las distintas etapas artísticas de este pintor con épocas de su vida. Así, ha revelado que hubo una niñez en la que veraneaba aquí, en una casa junto a la Cueva del Huécar. Aquella fue una “etapa rosa” en la que “Cuenca era todo”. 

“Yo venía de un barrio dentro de un barrio de Madrid y no salía nunca de ahí. Aquí te podías ir a las Quinientas o a San antón, era aventura tras aventura”, ha relatado el pregonero, que también ha contado que, en una clase sobre los ríos de España, saltó como un resorte al oír el nombre del Júcar.  “¡Yo me he bañado en ese río!”, exclamó para fascinación de sus compañeros, que empezaron a hacerle preguntas sobre este río que él les describía como “grande como el Amazonas” y “con el agua calentita”.

Recordó también que le llamaba la atención la óptica Notario, “que igual que te gradúa la vista te da fe” y que le provocó “disonancia cognitiva” ver un ejemplar del Kamasutra en Evangelio.

A continuación repasó cómo eran los sanjulianes de juventud, cuando el concurso hípico era en La Fuensanta y los niños se iban a la puerta del hotel Alfonso VIII a ver a los artistas y toreros que participaban en la feria.

Posteriormente, Cansado ha revelado que vino después una “etapa negra”, en la que se fue alejando de la ciudad. Ha bromeado sobre presuntas discusiones con su pareja alemana en la Posada San José porque a ella no le gustaba Cuenca; en concreto, que no le gustaba su gente, porque era muy seria “y la verdad es que lo entiendo. Ella era alemana de Stuttgart y ya sabéis que Stuttgart es el Cádiz de Alemania”. 

Esto, unido a su éxito con Faemino “y que me hice amigo de Antonio Resines y eso te cambia la vida”, hizo que estuviera veinte años sin venir a Cuenca.

Sin embargo, el pregonero ha explicado que hace doce años comenzó la “etapa azul” de su relación con la ciudad. Regresó aquí para una actuación en el Auditorio “que fue inconmensurable, hay un antes y un después de esa función, para nosotros y para el Auditorio” y se encontró una Cuenca “impresionante, fantástica, limpia…”. El entusiasmo llegó también a sus hijos, “que se han sacado el carné a la primera” y a su segunda mujer, senderista, que un día vino flipando porque fuimos a comprar a la Clementina patatas fritas y vio que era frutos secos y taller de costura, y flipó y le dije: Eso en Cuenca es normal”.  

Para concluir, ha explicado que con este pregón ha empezado una nueva etapa, la cubista, que tiene como punto de partida una conversación con un águila que utilizaba el subjuntivo cuando estaba subiendo en bici a Palomera.

“Quiero que saquéis una enseñanza de esta anécdota. No os fieis nunca de un águila que utiliza el subjuntivo ni de lo que os cuenta un cómico madrileño”, ha concluido Cansado su divertido pregón con el que han comenzado las fiestas de San Julián de Cuenca.

Lee aquí el pregón íntegro

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