San Julián

Lee aquí el pregón de Javier Cansado para las fiestas de San Julián

Este es el pregón escrito por Javier Cansado para inaugurar las fiestas de San Julián. Puedes leer la crónica del pregón en este enlace

Buenas tardes, antes de empezar quiero deciros que este pregón es sostenible y que me han dicho que si lo hago bien el año que viene repito. Bueno, el turrón.

Excelentísimo Señor alcalde de Cuenca, Darío, qué pasa. Autoridades conquenses, conquenses, vamos quiero decir, no autoridades conquenses, conquenses, no que son muy conquenses, sino autoridades conquenses, conquenses. Vosotros.

Por cierto, qué gentilicio tenéis más chulo, qué gentilicio tenéis más cómodo. Conquenses.

Ciudadrealeños y ciudadrealeñas, guadalajareños y guadalajareñas… Conquenses. Es que ahorras un montón.

Cuando me llamaron de la Alcaldía, cuando me llamó Darío, qué pasa, y me propusieron dar el pregón, acepté sin pensarlo. Si lo hubiera pensado no estaría aquí.

Cuando colgué el teléfono intenté pensar qué méritos he contraído yo en mi vida para semejante honor. En primer lugar adoro la ciudad, me encanta la gente, tengo casa aquí, pero eso es un mérito que tenemos prácticamente todos los que estamos aquí.

Luego pensé que hablo continuamente de Cuenca, en mis trabajos, en la radio, en los podcast, en la tele… Hablo bien, se entiende, porque si hablara mal sería impensable estar aquí.

¿Quién dará este año el pregón de San Julián?

El fantoche ese que nos pone a caldo.

Luego recordé que mi hijo pequeño se llama Carlos, pero estuve a punto de llamarle Martín Alhaja. Pero todo esto no me parecía suficiente vínculo con la ciudad

Les pregunté a mis hermanos que qué pensaban ellos y me dijeron:

Papá era de Cuenca.

¿Ah, y se fue a Madrid?

No, nació en Motilla y a los dos años se fue a Cuenca porque el abuelo era funcionario de Correos y andaba de un sitio a otro, pero vamos que papá vivió en Cuenca hasta que se fue a Madrid a trabajar. Era músico, tocaba el clarinete en la banda municipal y en una orquesta y se fue a Madrid a ganarse la vida. La familia vivía en Calderón de la Barca, que no es mala calle ¿eh?. No es Carretería, pero vamos te asomas por la ventana y prácticamente es igual.

¿Ah, entonces en Madrid conoció a mamá?

No, no, no, no, la conoció en Cuenca. Porque además de la familia de papá también tenemos familia por parte de mamá, que es con quien veníamos siempre a pasar los veranos.

Esto lo he teatralizado ¿Cómo no voy a saber yo que mi padre era de Cuenca y que tengo una familia enorme en Cuenca?

Bueno, como estáis oyendo, un pregón no consiste en hablar de la ciudad, de la fiesta, de la gente, sino de uno mismo. Y en eso estamos.

Yo tengo una relación con Cuenca, vamos a decir Picassiana, etapa rosa, etapa negra, etapa azul y etapa cubista.

La etapa rosa va desde los 5 a los 15 años. Todos los veranos los pasaba en la ciudad, vivíamos enfrente de la cueva en el Huécar y esto era la Arcadia Feliz, para mi Cuenca era todo. Yo venía de un barrio dentro de un barrio de Madrid y no salía nunca de ahí. Aquí te podías ir a las Quinientas o a San antón, era aventura tras aventura. Yo alucinaba con Cuenca. Recuerdo que un día en clase de geografía hablaban de los ríos de España, el Miño, Duero, el Tajo, el Guadalquivir y al final, el Júcar. Cuando vi el nombre me levanté como un resorte y grité ¡Yo me he bañado en ese río! y en la clase se oyó un estruendoso ¡¡Hala!! Todos los niños me hacían preguntas sobre el Júcar, que cómo era, y yo les decía que estaba el agua calentita, que era enorme (yo era un niño, un niño qué va a saber) Enorme como el Amazonas y todos los niños ¡¡Hala!! Y pasé a ser Javi el niño que nadaba con pirañas en el Júcar.

Otra cosa que me sorprendía y me encantaba era la óptica Notario, me parecía maravilloso. Dos negocios en uno, lo que me intrigaba es qué sería antes, si la óptica o la notaría. Mi teoría era que primero fue la óptica y como el señor se aburría un poco, dijo, voy a poner una notaría para divertirme. Esto solo pasa en Cuenca.

También recuerdo lo que me impresionó una disonancia cognitiva, que vi en el escaparate de Evangelio, el Kamasutra.

Eran unos veranos maravillosos. Íbamos los domingos a Palomera a pescar cangrejos, a bañarnos en el Huecar… y cuando creías que ya no podías ser más feliz, llegaban las fiestas de San Julián ¡Dios, qué felicidad! Os estoy hablando de hace años ¡de hace años!. Por deciros, la Hípica se hacía en la Fuensanta. Os estoy hablando de cuando en Cuenca había cines, el Avenida, el Xucar, el España y ahí mismo había un cine de verano, donde está Hacienda ahora, ahí había un cine de verano. Habéis salido ganando.

Los amigos nos íbamos a las puertas del Alfonso VIII que nos parecían grandiosas a ver a los toreros y a los artistas. Uno de los días vimos a Serrat y le gritamos ¡Serrat! y se volvió a mirarnos. Fuimos muy felices.

Cuando llegaba la feria, algunos niños nos subíamos al monte a coger espliego, lavanda, que debe estar prohibidísimo ahora y lo vendíamos a unos señores muy mañosos que hacían cocimientos para colonias. Uno me dijo que era para hacer Invictus y no me lo creí.

Lo único que no me gustaba en las fiestas era que en los fuegos artificiales a veces te caían cosas encima. Esta ceja la tengo rota de una caña que me dio.

La etapa rosa da paso a la etapa negra, cada vez vengo menos, ya no vengo en verano, ni siquiera a San Julián, solo vengo a eventos familiares, me voy alejando de la ciudad. Empiezo a actuar en teatro de calle, voy a la universidad, cambio de amigos, tengo una novia (spoiler, después esposa) y vuelvo con ella a Cuenca, nos alojamos en la posada San José, más romántico no puede haber nada y me dice que no le gusta Cuenca, que es muy vieja y digo “claro es una ciudad medieval” y me dice que no le gusta la gente, que es muy seria, que ella está acostumbrada a otra cosa, a otro tipo de trato y la verdad es que lo entiendo. Ella era alemana de Stuttgart y ya sabéis que Stuttgart es el Cádiz de Alemania. Ella me hacía rabiar todo el tiempo (spoiler, me divorcié) De pronto me decía Las casas colgantes y yo le decía ¡Colgadas! o La procesión de los borrachos y yo ¡Las Turbas! y me llegó a decir una vez que los zarajos no están ricos ¿¡Que los zarajos no están ricos!? Bueno, ahí no tenía respuesta.

Mientras tanto seguía actuando con Faemino y teníamos mucho éxito, me hice amigo de Antonio Resines… y eso te cambia la vida. No es por presumir pero yo soy muy creído, muy soberbio y me dediqué a mi carrera artística y estuve veinte años sin venir a Cuenca, bueno veintiuno, para no mentir.

Empieza la etapa azul. Hace unos diez años vinimos a actuar a Cuenca al Auditorio, por cierto, no es por presumir pero fue un éxito rotundo, está mal que yo lo diga, pero fue un exitazo. Fue inconmensurable. En nuestra carrera hay un antes y un después de esa función.

Bueno, pues llegamos a Cuenca, después de veinte años sin aparecer por aquí y me encuentro una ciudad impresionante, fantástica, limpia, ordenada, todo restaurado y me dije: Tengo que volver a lo grande, alojado en el Alfonso VIII. Esperé a que hubiera una oferta, porque soy rico pero no tonto y me vine y flipé con todas las letras: F, L, I, P, E. Me volví a enamorar de la ciudad… Pero ¿qué pensaría mi familia, mis hijos y mi mujer? Mis hijos encantados, los tres se han sacado el carnet de conducir a la primera, bueno a la primera en Cuenca. Y mi mujer, que es senderista, está entusiasmada. Un día vino flipando porque fuimos a comprar a la Clementina patatas fritas y vio que era Frutos secos y taller de costura, y flipó y le dije, Eso en Cuenca no es raro.

Hice una promesa, todos los días que estuviera en Cuenca, desayunaría churros y subiría al Cerro Socorro. Una de las dos cosas no la he cumplido.

Hoy he empezado la etapa Cubista, que yo creí que empezaba con el pregón, porque no, se si lo he dicho, pero es el primer pregón que doy en mi vida. Y me ha pasado esta mañana algo que es más cubista todavía.

Cojo la bici y me voy a Palomera. Por cierto, yo no sé quién manda ahí si es alcalde, alcaldesa, pero que maravilla de pueblo, cómo lo han dejado. Y cuando voy por el kilómetro 4 un águila se pone a mi altura y va a mi misma velocidad. Acelero y el águila acelera, me empieza a entrar miedo, no sé qué hacer. De pronto el águila se tira en picado y se engancha en el casco con las patas y yo muerto de miedo, y de pronto me dice ¿Dónde vas? y yo digo, A Palomera y dice el águila, Bonito pueblo, yo voy a Buenache ¿Me llevas? Y claro, yo no sabía qué hacer, no era un águila muy grande, pero era un águila y yo no iba a Buenache, iba a Palomera. Y me dice, Si me llevares, te recompensare. Me quedo en silencio y me dice, ¿No te extraña que utilice el subjuntivo? y digo, Bueno, ya que hables… ¿Entonces me llevares? La llevo a Buenache, que es durito, y según estoy llegando ahí a Buenache, levanta el vuelo y dice ¡Adiós pringao!

Quiero que saquéis una enseñanza de esta anécdota. No os fieis nunca de un águila que utiliza el subjuntivo ni de lo que os cuenta un cómico madrileño.

¡Muchas gracias conquenses!

¡Viva la feria y fiestas de San Julián 2024!

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