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“Cuando abres la puerta de un bar, especialmente por la noche, eres tú mismo de verdad”

Antonio Rentero, Escuchi para los amigos, afronta la recta final de una vida laboral de cincuenta años, la mayor parte al frente del Vaya Vaya, emblema de la noche del Casco Antiguo y uno de los pubs más antiguos de Cuenca. En estos momentos el bar está a la venta para que Escuchi pueda disfrutar de su merecida jubilación, pero el Vaya Vaya seguirá en funcionamiento hasta que aparezca ese relevo, porque el hostelero se siente en deuda con los clientes que han pasado por su barra durante estos años. En esta entrevista repasa los buenos y malos momentos del local mientras ejerce de conquense preocupado por el futuro de la ciudad en general y del Casco en particular.

Muy conquense, ¿pero de qué barrio?

Yo nací en la Plaza Mayor, pero cuando dieron las casas en Las Quinientas, con dos añitos o tres, nos fuimos para allá toda la familia.

¿A qué se dedicaba su familia?

Mi padre trabajaba en la fábrica de maderas Jufersa y mi madre puso la primera nevera de helados. Y yo echando un cable, de pequeño ya cortaba helados.

A los quince años empieza a trabajar.

Sí, estudiar no era lo mío, no me gustaba y mi padre, dijo, pues a trabajar, y me buscaron un trabajo. Empecé en la fábrica de lámparas, en una nave de uralita en la carretera de Madrid. ¡Hacía un frío ahí! Luego hicieron unas instalaciones nuevas maravillosas, en lo que hoy es el Centro de Conservación de Carreteras y allí estuve hasta que cerraron, que fue por culpa de la central, porque aquí teníamos pedidos para aburrir.

¿Se ganaba bien? 

Bueno, pues el sueldo normal, quizá un poquito más. Ya cuando cerraron tenía un 10% por encima del sueldo por buen trabajador. Pero a poco de volver de la mili cerraron.

¿Era ya Escuchi?

Lo de Escuchi me lo sacaron de muy joven, no me acuerdo ni cuándo, porque estaba así, escuchimizado. Cuando me fui a la mili medía 1’83 y pesaba 61 kilos, aunque comía como una lima.

¿Cuándo da el paso a la hostelería? 

Cuando cierra la fábrica de lámparas. Tenía amigos que tenían bares que me dijeron “¿quieres que te enseñe?” Y así empecé. Eran tres socios y les hacía los días libres, después pasé al Boni Bol y al final me hice autónomo y empecé en el Baccus. Estuvimos un año allí y luego nos ofrecieron el Vaya Vaya a mí y a mi socio Jesús, El Chiqui. Estuvimos unos meses llevando los dos y al final nos quedamos con este y aquí llevo ya 37 años.

Aquí solo había bares, bancos e iglesias. Tenías que elegir y elegí bares”

Escuchi

¿Cómo se trabajaba en el Boni Bol?

Era la época de la República Argentina. Se trabajaba a todas las horas y de todo: los cafés, los mostos, los vinos… Y todo tipo de gente, muchos estudiantes, porque tenía un billar y una máquina de video. Y como estaba la discoteca al lado, pues había hasta copas por la noche.

¿Se puede decir que el Boni su primera escuela? 

Más o menos. La fuerte sí. Allí vi que me gustaba y que más o menos se me daba bien, sobre todo el trato con la gente. Y no había otra cosa en Cuenca entonces, las empresas estaban cerrando todas. Cuando yo me fui a la mili había 300 nóminas en el polígono Cuberg y cuando volví todo estaba cerrado. Todas las nóminas que había en Cuenca se fueron. Aquí solo había bares, bancos e iglesias. Tenías que elegir y elegí bares. Es un trabajo como otro cualquiera. 

¿Y qué tal aquella primera experiencia en el Baccus?

Estuvimos un añito allí y antes lo había llevado mucha gente. Cuando lo cogí, la mitad de los bares de La Calle todavía no estaban. Era un bar de noche, de buena música, pop rock británico y español de los 80. Era un sitio especial. Cuando empezaron a abrir los bares de La Calle compramos una terraza. El día que no nos tiraban un cubo de agua venía la policía. No le sacábamos rendimiento.

Y finalmente llegó al Vaya Vaya, donde ha vivido de todo. 

Tiene sus cosas duras, pero tiene también muchas maravillosas. La oportunidad que te da de conocer gente de todo tipo, de todas las edades, de todo tipo de ideología, de todo tipo de clase social…  A mí me han tratado muy bien y por eso sigo aquí, porque la noche es un poco dura y gracias a que tengo una pareja que me ha apoyado muchísimo, hasta la extenuación. Pero no me puedo quejar. Hay momentos malos, claro, esto es un bar, pero buenos hay mogollón. Y luego todos los compañeros que he tenido. Siempre hemos trabajado con gente joven y extras. Y además me ha gustado siempre que no hubiesen trabajado antes. 

Para enseñarles.

Sí, y la gente ha respondido siempre. Cada persona somos un mundo y no puedes exigir a una persona que sea como tú quieras. Eso es egoísmo. Pero todo el mundo se ha implicado siempre con el Vaya y lo han dado todo por nosotros. El pasado fin de semana me hicieron una comida sorpresa y vinieron todos los camareros. Yo no sabía nada, mi mujer me llevó al Recreo Peral y allí había por lo menos treinta. Había momentos en los que les decía que de aquí tiene que salir todo el mundo a un sitio mejor o con la oposición aprobada. Y aquí han aprobado las oposiciones mogollón de gente que luego no se querían ir.  Me llena de orgullo y satisfacción.

Yo siempre digo que el Vaya Vaya es un bar sincero”

Escuchi

¿Ha cambiado mucho el Vaya Vaya en estos 37 años?

Físicamente está casi igual. Los baños los hicimos nuevos y he reformado alguna cosa, las luces, el piso de arriba… Pero un bar viejo tiene que ser un bar viejo de verdad. Yo creo que el bar está muy bonito así porque está bastante natural. Yo siempre digo que el Vaya Vaya es un bar sincero.  Los taburetes tienen 40 años. ¿Tú sabes las hostias que llevan? Cómprate un taburete ahora, el mejor no te dura ni un año. Y esta mesa que nos hizo Germán Valle, que en su momento la presentó a un concurso y todo, también tiene cuarenta años.  De hacer algo ahora, volvería a darle otro retoque a los baños y a lo mejor cambiaría alguna estantería.

Últimamente hay bares que parecen sacados del mismo molde.

Todos iguales. Hubo un tiempo en que se puso de moda que todo fuera blanco, a mí me lo propusieron. Me acuerdo que Los Clásicos iban a pintar la viga de blanco y me quedé… Con esos tochos de madera que tiene. Los Clásicos es otro garito que es una puta preciosidad. Cuando llegué esto era amarillo y rosa, hasta que un día probé con el blanco y parece que tiene más luz, que es más grande y le va mejor a la madera.   

A pesar de tener dos plantas, la de arriba no se usa demasiado.

A raíz de bajar tanto la Plaza, la parte de arriba se abre muy poco, para eventos y conciertos en invierno, porque si abres y la gente sube, los que se asoman ven el bar vacío y los humanos somos así, si no ven gente se van, aunque el Vaya tiene un montón de clientes que pasan aunque esté vacío.

¿Comenzaron pronto los conciertos en el Vaya Vaya?

 Desde siempre, con Los Gatillos. El primer grupo extranjero que vino no se me olvida. Tony Haimer Quartet. ¿Recuerdas al que tocaba con José Luis Coll en el programa Hablando se entiende la gente? Pues era ese tío de gafas, holandés. Nos llamaron a nosotros desde Holanda y vinieron un 20 de noviembre  a las once de la noche, estábamos aquí cuatro. Luego siempre que venía a Cuenca para tocar en el Noites, que estaba especializado en jazz, subía a verme. Y, de repente, un día le veo en la tele.

Pero los primeros conciertos fuertes fueron los de Los Gatillos.

Con Los Gatillos no cabía ni un alfiler. Era el grupo de Rodrigo de Luz. Vinieron también, desde Cantabria, S.P. (Servicio Público), que hacían una versión de ‘Lola’. Vinieron varias veces, porque la primera se cayó uno y hubo que suspender después de que vinieran en avión desde Cantabria hasta Madrid. Venían por los gastos, pero como venían con las novias al final era gasto (risas). Luego he estado en Cantabria con ellos.

¿Cuándo descubrió su faceta melómana?

De toda la vida. Yo cuando trabajaba en la fábrica de lámparas teníamos hora y media para comer y,sin quitarme el mono, me iba a escuchar un programa de Radio 3 que se llamaba ‘Tres en la carretera’ y con una cinta de cassette, mientras comía, grababa el programa. Siempre me ha gustado el pop rock con guitarrillas, pero toda la música buena tiene su momento. Yo me acuerdo cuando era joven, antes de ser camarero, hacíamos fiestas los amiguetes en El Tranche por la noche y allí pinchábamos Pink Floyd, Supertramp, Status Quo, Zeppelin, Triana … Y luego cuando empecé aquí pues escuchaba mucho Radio 3 e íbamos todos los meses  a Madrid o a Valencia a comprar lo que salía, tanto español como británico, pero especialmente español. El último de la fila llegó un momento en el que me puso de mala hostia, porque llegó a sacar dos o tres discos al año y luego de cada disco pinchabas una canción, pero si era buena había que tenerla.

Formaba parte del trabajo, claro.

Es muy importante y a veces pienso cómo nos apañábamos, porque entonces toda la gente de Cuenca subía a la Plaza. Yo cuando venía a abrir lo mismo había mil personas ya en las escaleras de San Miguel y los jóvenes se guardaban cuarenta duros para tomarse algo en los bares y cantar ‘Yo quiero un camión’ o ‘La chica de ayer’.  Y entonces estábamos trabajando dos aquí, abríamos la barra de arriba todos los días y pinchábamos canción a canción con vinilo. ¡Claro, algunos vinilos tenían unas huellas de resoli! Eso sí, donde esté el vinilo… La última vez que fui a Madrid Rock solamente pude comprar en vinilo el primero de Pearl Jam y un doble de los Rolling, el resto en CD, que decían que es mejor. Es mentira, suena excesivamente perfecto. ¡Donde esté el sonido del vinilo! Aquí empezamos a trabajar con dos platos Lenco, que eran dos trozos de hierro que si los tirabas contra la pared seguían funcionando. Empezaba fuera de revoluciones, había que darle un par de vueltas para que sonara bien. 

¿Y qué música comprabais? 

El pop rock británico siempre me ha gustado. La verdad es que música americana llegaba muy poco en aquella época, ahora estoy descubriendo grupos de entonces. Poníamos Simple Minds, Cure, Waterboys; desde las canciones más lentas hasta lo más cañero como The Cult, los Cramps, Ian Dury… Aquí se ponía de todo. Nosotros por la tarde era música española y luego ya podíamos cambiar. Aquí siempre ha venido gente más madura y gente más joven y, cuando cambiábamos, poníamos como 40 minutos de salsa. Pero salsa de verdad, de Tito Puente, Celia Cruz de Gran Combo de Puerto Rico, Rojas de León… Luego poníamos algo de blues, 20 minutos de gente como John Lee Hooker, y luego ya pues lo británico.

El pop nacional se haría fuerte, imagino.

El pop nacional es lo que más funciona. Hoy me dicen “pon a Quevedo” y les pregunto si es el escritor. En aquella época la música española no se quedaba, pero hoy gracias a Dios hay muchas muchas canciones españolas que se han quedado para la historia: de Radio Futura, de Loquillo, de Alaska, de Antonio Vega, de don Rosendo Mercado… Son canciones que nunca fallan.

El Casco Antiguo gustaba a todo el mundo, desde los jóvenes hasta los mayores de Cuenca. Ahora la administración se cree que solo le gusta al turismo”

Escuchi

¿Podemos decir que en los noventa se vivió el boom de la fiesta en el  Casco Antiguo?

Fue tremendo, sí. Los sábados llegamos a trabajar cinco personas y hasta las cuatro de la mañana, cuando se dejaba de servir y se quitaba la música, pero seguía lleno. Hoy eso ya es muy complicado. También es verdad que entonces estaba la discoteca Jovi, que era muy importante, porque empezabas la tarde de tapas y terminabas la por la noche allí. El Casco Antiguo es que le gustaba a todo el mundo, desde los jóvenes hasta los mayores de Cuenca. Ahora la administración se cree que solo le gusta al turismo. No, le gusta a los de Cuenca también y lo que hay que hacer es acostumbrarles a que no vengan con el coche, pero para eso tienes que dar soluciones alternativas. Las cosas no salen porque sí. Yo he salido de aquí de trabajar y he visto coches debajo de los arcos y en las escaleras de la Catedral. ¿Pero cómo no van a venir los guardias? 

Son ya muchos años pidiendo a la gente que no salga de fiesta con el coche, pero no acaba de cuajar del todo la petición.

Yo estoy seguro de que más tarde o más temprano tienen que hacer algo. Si hubiera alternativas, a la hostelería nos gustaría que esto fuese peatonal y se hicieran más cosas aquí, pero para que sea peatonal hay que dar opciones. Aquí el invierno es largo y tú no le puedes pedir a unos turistas que han estado dando vueltas por la mañana que suban por la noche andando, eso es demasiado demasiado exigir. Un día le pregunté a un alcalde por qué encendían las luces de las hoces en invierno. ¿Quién cree que alguien va a subir a verlas andando? Eso cuando era invierno de verdad, que si no llovía, nevaba, y si no, helaba.  Nosotros luchamos mucho, estuvimos hasta dispuestos a poner la lanzadera pagándola nosotros, ya teníamos los tickets hechos y todo, pero pues alguien debió quejarse; yo siempre he creído que fueron los de los autobuses y los taxis. que no sé por qué tienen tanta fuerza y que no quisieron. Hasta dijimos de pagar un guardia jurado para vigilar. Lo que pasa ahora es que tú subes un martes o un miércoles a la plaza a las once de la noche y parece un cementerio y eso es una pena, porque el Casco antiguo iluminado y con vida es muy bonito y estamos rodeados por dos hoces que no tiene ninguna ciudad y no sabemos venderlo. Hay que avanzar. ¿A qué tienes miedo?  Aprende de todos los demás, legisla y regula. ¡Si estamos a una caña y un cigarro de Madrid y a dos cañas y un cigarro de uno de los puertos más importantes de España! Una vez fui con mi mujer a pasar unas vacaciones a un pueblo de Teruel, fuimos  a una oficina de turismo  y salimos de allí con un taco de folletos. Salimos a buscar una fuente, recorrimos dos kilómetros o así y llegamos a un charco. Y dije: “¡Olé sus huevos, que me han venido un charco!”. Estas dos hoces no las tiene nadie y se pueden hacer andando. Yo soy un enamorado de la hoz del Huécar y cada vez que la recorro descubro algo: una piedra nueva, una forma nueva…

¿Los bolardos en la Plaza Mayor y el cierre de la discoteca Metro fueron el primer golpe a la vida nocturna del barrio?

Entonces teníamos una buena asociación de empresarios e hicimos fuerza hasta que tuvieron que quitar los bolardos y el alcalde Cenzano nos tuvo que dar la palabra de que nos iban a dejar aparcar por la noche. El aparcamiento total se quitó con Juan Ávila, que se apuntó el tanto, pero en realidad fue de los guardias, que hicieron una especie de huelga a la japonesa y se liaron a multar en toda Cuenca y aquí hicieron mucho daño. No sé cómo sobrevivimos entonces. Yo tenía dos hipotecas, la de aquí y la de mi casa y, de repente, no subía nadie. No solo el Vaya, todos sobrevivimos gracias a la fidelidad de la gente de Cuenca, que subía por las Casas Colgadas. Por eso estoy tan agradecido y quiero dejarlo abierto. Porque en este bar turistas siempre ha habido alguno, pero sobre todo es un bar de gente de Cuenca y si está abierto es porque los conquenses han querido, sin ninguna duda. Yo voy a darlo todo para dejarlo abierto. Esto es como un equipo de fútbol, los jugadores se van, pero el club sigue.

Los primeros meses tras la pandemia fue jodidos trabajarlos, porque había medidas que eran chorradas”

Escuchi

Otro gran golpe fue la pandemia.

Antes del golpe de la pandemia tuvimos el de la crisis económica de 2007, que aquí llegó en 2009. Bajó primero la tarde, que ya no se recuperó y la noche comenzó a bajar después. Se nota, la gente empieza a beber cerveza en vez de copas, las marcas de cerveza se dan cuenta y sacan productos con grado…

¿Cómo le pilló el coronavirus?

Yo estaba de vacaciones en Maldivas, buceando en el medio del mar. Allí ya tuvimos alguna cosilla, porque íbamos a bajar a una isla y no nos dejaron. Ya al salir de allí tuvimos que pasar por unas cámaras con termómetro. Hicimos escala en Dubai y en el avión ya había un hombre que no paraba de quejarse…Temí que nos dejaran allí, porque es carísimo. Llegamos a España y en el aeropuerto estábamos quinientas personas y ni un coche. Llego a casa  y me dicen que no hay Semana Santa, así que pongo a llamar a la CEOE y a la Agrupación de Hostelería. Mi mujer se fue a trabajar y me quedé en el apartamento solo, dando vueltas para arriba y para abajo. Se sobrevivió, pero los primeros meses desde que se empezó a levantar la cosa fue jodidos trabajarlos, porque la gente tenía muchas ganas de salir y había muchas medidas que eran chorradas. ¿Cuatro podían estar juntos y seis no? ¿En la barra no se puede estar, pero en la mesa sí? ¿Quién ha sido el genio?

El susto inicial, cuando le dijeron que no podía abrir en Semana Santa, debió ser tremendo.

Claro, entonces el Domingo de Ramos ya estaba asentado y tú cuentas con eso y normalmente después de Semana Santa hay dos meses, hasta el 20 de junio, que suelen ser jodidos. Subí a tirar todo lo que pudiera pudrirse y me encontré todo lleno de coches militares. Pero bueno, pasó. Soy de los que piensan que todo fue real, porque conozco gente que se fue, por desgracia, y oigo aquí a gente que dice que nos han vendido la moto.

Pero sí es cierto que hubo medidas que hoy sabemos que no eran especialmente útiles.

Cogió a todo el mundo en bolas y se tomaron decisiones absurdas.

Y a los hosteleros les tocó hacer de policías.

En la terraza sentado no se puede fumar, pero si se levanta sí. Al final el tiempo da la razón a Madrid, que no cerró los bares y los madrileños, en vez de irse por ahí el fin de semana, se quedaban allí con los bares abiertos. Cuando vienen las cosas mal dadas, lo que hace falta es un poco de apoyo por parte de todos. Nosotros hicimos un bono para adelantar dinero a cambio de copas y la gente respondió muy bien, pero las ayudas públicas entré en una y entré pelado. ¿Cómo podíamos seguir pagando autónomos cuando te habían obligado a cerrar el bar? Y luego te das cuenta de cosas como la luz: todo apagado y pagabas prácticamente igual por los impuestos y las tasas. Eso sí me cabreaba y yo porque no tenía ni hipoteca ni alquiler, pero mucha gente se fue por eso, porque no podían. Yo me acuerdo mucho de Samu, del Jovi, que se acababa de meter, pagando un traspaso de la hostia, con préstamos y de repente… Pero al final salimos y mira cómo salen las cosas cuando quieren. ¿Cuánto tiempo tardó en salir la vacuna? 

“La noche el único momento en el que somos nosotros mismos, no tenemos ninguna responsabilidad”

Escuchi

El caso es que, desde entonces, parece que la noche ha perdido fuelle, aunque está cogiendo fuerza el tardeo.

El tardeo no está mal, aunque echas muchas más horas. Pero es que en hostelería no hay nada como la noche. Es el único momento en el que somos nosotros mismos, no tenemos ninguna responsabilidad. Por la mañana tienes que hacer la cama, fregar los cacharros,  llevar a los niños al colegio… Cada uno lo que le toque. Pero cuando abres la puerta de un bar, especialmente por la noche, estás ahí porque quieres, con la gente que tú quieras y eres tú mismo de verdad. Los que estamos trabajando tenemos que poner nuestro granito de arena para que lo pases bien. Ahí es donde se aprende. A mí me gusta muchísimo la noche, es la hostia. ¡Unas aventuras! Una noche estuvimos bailando con el hermano de Paco Rabal y su mujer.

¿Muchas celebridades?

Algunas, y algunas que no me habré dado cuenta. Cuando ‘Cuenca Ficción 92’ vino gente muy famosa y un ministro se escapó aquí y estuvo jugando a la máquina de bolas mientras todo el mundo le estaba buscando. Y luego muchos cantantes.

En los últimos años, con las jornadas ‘Malos tiempos para la lírica’, también ha pasado por aquí gente muy buena. 

Por eso tengo mucho que agradecerle a Javi, Sini, Raúl, Ventura y toda la gente del Babylon, porque no nos damos cuenta de lo que es eso. A veces me da rabia que no se le dé la importancia que tiene. El primero que vino fue Ordovás, que ponía toda la música que ponía yo, pero hemos tenido al guitarrista de Sex Museum, el bajista de Mano Negra, gente de Radio 3, Luis Auserón, Aurora Beltrán…

En cuanto a los conciertos, han sido unos cuantos, pero no siempre ha habido facilidades.

Hubo momentos que tuvimos que dejar de hacer. Hay que entender a todo el mundo, tenemos vecinos.

Como el bueno de Felipe Martín, que en paz descanse.

El pobre se quejaba con razón, porque yo he estado en su casa y si le dabas un pelín de caña, pues se entendían la letra y todo. Además, Felipe tenía mala suerte, porque los edificios estos que hicieron los árabes son rarísimos. Se entra por el lado de los Elefantes y le cogía el pub de al lado, el Vaya, el Rothus y San Miguel. Yo solo hacía conciertos en invierno, porque él estaba fuera; y cuando él estaba aquí e iba a hacer algo, le avisaba.  conciertos, porque él estaba afuera. Y cuando él estaba aquí, cuando yo iba a hacer algo,l le avisaba. Un día le digo “Felipe, mira, que es que va a venir un tío muy famoso a pinchar” y él me respondió “tú dile que toque despacio”. Me llevaba muy bien con él y me ha permitido todo. Todo lo que quise hacer me lo permitía. 

¿Qué conciertos podemos recordar?

Hombre, yo me acuerdo, para empezar, de Los Gatillos. Esto se ponía que era escandaloso y vinieron muchas veces. Hace no mucho vino Rodrigo con su nuevo grupo, los Chickenbakers. Luego me acuerdo mucho del que hemos hablado de Tony Haimer. Luego también estuvo otro grupo de jazz. Esos eran, además, muy buenos también. Me acuerdo una vez que una marca de bebida, cuando las marcas tenían pasta, hizo una especie de fiesta de introducción en España de un whisky irlandés que hoy se vende mucho, Jameson, y nos trajo un grupo de folk rock irlandés. ¡Qué conciertazo dieron, dos horas tocando y todo el Jameson lo vendimos. Otra vez nos llamó un grupo italiano de rockabilly. Hicieron trece conciertos en España y les sobraba un día y tocaron aquí. El tío llevaba un contrabajo negro más grande que yo. ¡Dieron un concierto! Cambiándose en el almacén, medio en calzoncillos, echaban tragos de orujo a morro y nos decían que si volvían a España iban a venir. Hemos tenido a Moody Sake, de Murcia, y a Golden Grahams, de Cataluña. Hubo uno que estuve a punto de decirles que no, porque esto no es una sala, es un bar, y espero que no metamos ninguna cagada porque en el momento que haya una en un bar nos lo prohíben. Aquí la sala era la Babylon, ahora la Directo. Pues nos llaman unos de Navarra, se llamaban Correcaminos. Les dije el presupuesto que había y para que no les costase dinero se buscaron otro concierto en Madrid de vermut. Y aquí dieron un conciertazo. Y el otro día vino a despedirse un chico que conoció a su mujer aquí un día que vino a tocar con  un grupo de Valladolid que se llamaba Cassette. 

“Si quieres defender la música en directo tienes que apoyarla y la mejor forma de apoyarla es ir”

Escuchi

La música en directo podría ser una opción para dar vida a algunos bares, pero la mayoría, como ha comentado! no están preparados.

Y luego que es muy fácil quejarse de que en Cuenca no hay nada. Luego hay que ir a verlos. es que soy un defensor total de la música en vivo. Cuando vas a hacer lo tuyo delante de gente, no es fácil. Yo me acuerdo que, al principio, cuando me ponían un micro era como si fuese tartamudo, me atrancaba. Aquí ni cobramos entrada ni se suben las copas. Un día te puede gustar y otro día, si no te gusta, te vas. Pero si quieres defender la música en directo tienes que apoyarla y la mejor forma de apoyarla es ir. Yo he hecho muchos conciertos aquí que he perdido y me jode más que nada por los músicos. Todos los que han venido de fuera y es una pena cuando te encuentras con veinte personas. La primera vez que vi a los Golden Grahams pensé que los mismo tocaban en el Calderón que en una cuadra con cuatro, son unas putas máquinas. Yo siempre he intentado tratar a los grupos lo mejor posible y si veo que hay buen rollo les digo que tengo una sorpresita, que son las escaleras (risas). Hubo un grupo, un trío de Madrid, que no dejaba de dar vueltas a cómo podían bajar con el coche. ¡Llamaron incluso a sus representantes y no llevaban nada, eran un trío! Al final se despidieron con un abrazo. Con muchos de los grupos mantengo contacto y han estado dos o tres veces, como los Tangerine Flavour.

¿Y con los grupos de Cuenca qué tal?

Muchos han empezado aquí. Es un rollo completamente distinto, tienen sus amigos y su público. Muy pocos hacen temas propios, pero ha habido algunos que han estado fenomenal y con ganas, siempre. 

¿Qué consejo le daría a la persona que quiera quedarse con el Vaya Vaya o simplemente entrar en el negocio del ocio nocturno?

Si te vas a meter en la hostelería, tal y como está hoy, tienes que tener claro que vas a trabajar mucho. Esto no se trata de poner una copa perfecta, con la mano por detrás. Se trata de intentar poner una copa como más le guste al cliente y el trato personal. Yo no tenía ni idea, a mí siempre se me ha dado mejor el lado de fuera de la barra que el de dentro. Todos hemos empezado siempre en algo, no hay que tener miedo a nada. Pero tienes que tener  disposición a trabajar, porque si no, no vas a funcionar. Mucha gente después de la pandemia montó un bar, el 95% no duró ni un año.


Quizás porque parece lo más sencillo.

Claro, pero es mentira y ahora no es igual que antes. Los márgenes no son iguales, se trabaja en horas más comprimidas, lo mismo estás dos horas con trabajo y luego dos horas solo, Y luego en el Casco Antiguo no hay locales. Esto es Ciudad Patrimonio de la Unesco y más tarde o más temprano las inversiones van a venir para acá y tendrán que poner infraestructuras. Yo creo que el Casco Antiguo ya ha llegado a tocar fondo, es muy difícil que suba menos gente. Siempre que abren un bar me dicen “ahí tienes competencia” y yo les digo que la competencia es lo mejor.  ¿Por qué funciona La Calle? Porque hay veinte bares. Cuando yo estaba en el Baccus el que quería verme tenía que ir allí aposta. Yo prefiero que se tomen una copa en el Rothus, en Los Clásicos, en La Edad de Oro, en Los Elefantes y en el Jovi antes de que se bajen al centro. Porque si están en la Plaza hay posibilidades. 

Lo importante es que la zona sobreviva.

Yo creo que más tarde o más temprano la Plaza va a ir mejor. Aquí hubo un cambio generacional. Antes toda la gente joven subía a la Plaza, andando o como fuese, en aquel autobús azul que había en el que no cogía un gato. ¿Por qué no va a haber otro cambio generacional? Lo primero es que haya facilidades, que haya un parking, por lo menos. En el Castillo hay sitio. 

E insistir en las lanzaderas.

¡Eso es importantísimo. ¿Tú quieres que no se suba en coche? Ponlas, pero con regularidad. El año pasado estuvo tres o cuatro meses funcionando y al final dio beneficio, lo que no puede ser es que las pongas un fin de semana sí y otro no si lo que quieres es acostumbrar a la gente. ¡La gente de Cuenca lo utiliza, a los conquenses les gusta el Casco Antiguo! Yo cuando hablo con gente de 25 años para arriba ya me dicen que en La Calle van muchos jóvenes y empiezan a subir. Y aquí tenemos pocos bares, pero hay variedad. El Rothus es un garitazo, con Los Clásicos no tengo palabras, la terraza más bonita de Cuenca; y luego está el Jovi, los mejores cócteles de Cuenca están allí. Lo que no se puede permitir es que la Plaza quede despoblada.

Hay que hacer barrio.

Cada vez tiene menos servicios, ahora todavía tiene una carnicería y una frutería, pero como se quede despoblada, eso se va a quitar y no hay que permitirlo. Y para eso hay que dar oportunidades, no puede ser que salga un proyecto como el de la tirolina y le cueste seis años. Jóvenes de la última generación se están yendo todos porque solo hay un gremio para trabajar, el funcionariado. Ahora por lo visto están trayendo a algunas empresitas. Que las traigan, pero que las fijen y si van a recibir subvenciones que el 60% de la plantilla sean autóctonos. ¡Si Cuenca baila con pocas nóminas! Cuando estaba la Cuberg, hasta los bares de barrio iban de puta madre. Yo sí que veo futuro en el Casco Antiguo si se hacen inversiones con cabeza. No se puede hacer otra barbaridad como la de quitar los árboles y poner bloques de granito de paseo marítimo. Cuando pusieron los bolardos, esto parecía un cementerio nazi. Aprende de Toledo Hay que hacer las cosas con un poco de cabeza, pero sin tener miedo. ¿Que te pueden echar de la Unesco? ¿Si tú haces las cosas bien por qué te van a echar de la Unesco?

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