Según la definición de la Real Academia, relato es:
“Conocimiento que se da, generalmente detallado, de un hecho”,
Pero también:
“Reconstrucción discursiva de ciertos acontecimientos interpretados en favor de una ideología o de un movimiento político.”
A estas alturas, todo el mundo conoce que el discurso ecologista casi siempre ha sido minoritario porque suele oponerse a todo el ideario que sustenta nuestro sistema social y económico. Comenzando por el discurso antropocéntrico en que se basa la religión o incluso la filosofía. Parece que la fascinación narcisista por nuestra propia especie forma parte de la cultura, religión e incluso de la ciencia. Somos la especie elegida por un Dios al que nosotros mismos hemos creado en un bucle autorreferente, todavía recuerdo las lecciones de catecismo de mi infancia dónde Dios había elegido a la especie humana para reinar sobre todas las especies o la euforia científica que se me transmitía en mis lecciones de física o química. Por ello un discurso que pone en solfa todo esto y propugna una nueva manera de concebir y relacionarse con la naturaleza y con nosotros mismos está claro que no puede ser el más popular, eso es obvio.
Sin embargo, pequeños fragmentos del discurso ecologista si que han ido siendo adaptados y utilizados por el sistema cuando le podían ser rentables, abrir un nuevo mercado o simplemente porque su evidencia era tan aplastante que eran difíciles de negar.
Algo de esto ha sucedido con el cambio climático, se han juntado las tres razones, pero en todo discurso articulado, existe un significante y un significado .El significante es el fonema o secuencia de fonemas que, asociados con un significado, constituyen un signo lingüístico. Tenemos por lo tanto que se puede producir a conveniencia una disociación entre las frases, las palabras, significantes en suma, y el significado de las mismas que va asociado a un un imaginario determinado. Es así como grupos distintos pueden hacer uso de las mismas palabras con significados y finalidades totalmente distintas. ¿De qué depende que un uso se vuelva predominante? Pues del poder económico, que marcará la potencia del relato.
Un ejemplo claro de esto es el propio biogás. La fermentación anaeróbica y la producción de biogás mediante ella es conocida desde hace siglos y esta producción permitía cubrir necesidades energéticas pequeñas y locales. Con el surgimiento de las primeras voces ecologistas y la implementación de un discurso de sostenibilidad muy vinculado a la circularidad, por contraposición a una economía extractiva con cada vez mayores necesidades de materias primas y energía y con cada vez más producción de residuos vinculados muchas veces al consumismo de despilfarro, se dirige la mirada otra vez hacia ese biogás en un intento de crear una economía más amable y menos destructiva, mucho más vinculada al autoconsumo. Por poner un ejemplo, el biogás se impulsa en Alemania como alternativa de aquellos que se oponían a una central nuclear y comienzan con la construcción de unas 100 plantas en la zona. Se trataba de plantas pequeñas, de autoconsumo para generación eléctrica, posteriormente llegarían las subvenciones y el crecimiento exponencial del sector.
Mientras tanto, aquí en España a nadie le preocupaba demasiado la gestión de los residuos ya que requería gastos e inversiones que necesariamente habría que repercutir en las arcas públicas o en los costes de producción. Como hacen siempre las administraciones, dan prioridad a la producción y a la rentabilidad de las empresas en una economía global competitiva antes que al cuidado medioambiental y a la reducción de impactos, en una economía global, el que tenga menos costes se lleva el gato al agua. Aquí se opta por alternativas como la valorización energética en plantas y tecnologías con un amplio mercado inversor como la eólica y la fotovoltaica en detrimento de otras de mucha menor rentabilidad. De hecho, se hizo un experimento de tratamiento de purines en centrales de cogeneración cuando la energía eléctrica obtenida estaba bonificada. Pero se fue completamente al traste con el cambio de la ley.
Como decíamos, del relato ambientalista algunos hechos empezaban a cobrar un peso difícil de ignorar: el calentamiento global era irrefutable y que era debido a la quema de fósiles también. No le quedaba más remedio al sistema y a Europa que asumir esto sin renunciar a la razón de ser de su sistema económico: el crecimiento, es decir, se trataba de armonizar el libre mercado y el crecimiento económico en un casi imposible encaje con la sostenibilidad, y nace así el desarrollo sostenible: “vamos a dar nuevas oportunidades de negocio con la adaptación de nuestro sistema a las renovables”, el capital hará el cambio siempre y cuando gane dinero con ello. Según declaraciones de los CEO de los bancos, no habría transición verde sin crecimiento económico.
Fruto de este peso del relato, y de las necesidades de autosustentación del sistema comienza a crearse un nuevo relato que incorpora los siguientes términos: renovable, huella de carbono, descarbonización, cambio climático, transición energética, biocombustible, bajo en emisiones, economía circular, y un largo etcétera, a la vez que intentan acoplarse estos términos al libre mercado. Algunas energéticas huyen del peso de su pasado fósil con cambios de nombre y giran su mirada al nuevo mercado exigiendo el apoyo de los poderes públicos en lo que llaman “una transición necesaria”. Se creará un mercado de carbono para que los mismos países que crean restricciones se las puedan saltar y se seguirá por esta senda en el resto de cosas.
Y como el sistema sigue encontrando áreas de negocio en cualquier cambio o evolución de la situación, llega la guerra de Ucrania para añadirse al calentamiento global y con esto la aparición de un nuevo y jugoso sector.
Tan jugoso y prometedor se augura con la fantástica justificación de prescindir del gas ruso (por lo visto a nadie le preocupa que este se sustituya por el Noruego y Americano) y del gas fósil (tampoco a nadie le preocupa que ni de lejos se pueda prescindir totalmente de él sin bajar el consumo del mismo en más de la mitad) que en un periodo cortísimo de tiempo aparecen una cohorte de técnicos, divisiones de biogás, empresas emergentes al amparo de sus matrices fósiles, un lobby a nivel europeo y una complejísima red de empresas y de cargos con nuevos nombres, con capital de 3001 euros y con nombres rimbombantes y en inglés, lenguaje del comercio: sun, bioenergy,iberenergy, green vector, porque de todos es bien sabido, si uno quiere ser una persona honorable, lo primero que debe hacer es poner el “don” en su tarjeta de visita.
En este proceso ha habido unos colaboradores involuntarios que han sido utilizados, hablamos de la tibieza de unos movimientos ecologistas cogidos a contrapié, que engullidos por una rapidísima sucesión de acontecimientos y herederos de un pensamiento sobre la gestión de los residuos que ha quedado obsoleto a la luz de lo que estaba pasando justificaron todo este despliegue como necesario abrazando la transición verde defendida por el capitalismo. Si queríamos descarbonización había que tragar con todos los macroparques eólicos y fotovoltaicos del mundo, y ¡como no! Con el despliegue masivo de plantas de biogás. Afortunadamente, creo que esta visión está cambiando ante la presión de los diversos grupos locales, mucho más enraizados al territorio que las directivas nacionales, y ante la evidencia de que el principal enemigo del medio ambiente era un sistema capitalista descontrolado.
En muy escaso periodo de tiempo la proliferación de todos estos términos asociados al biogás se impone sin ninguna discusión previa y sin que antes se haya abierto ningún debate sobre si era correcto o no el utilizar toda esta verborrea de que el biogás es una energía verde y respetuosa con el medio ambiente. Se descartaba todos los matices posibles de la procedencia de los residuos, distancia, procesos de planta, modelo y tamaño, etc lanzándonos a una una elección maniquea de “ estás a favor o en contra” “el biogás es bueno o malo” “estas a favor o en contra de no depender de las energías fósiles”. La simplificación del discurso impedía el que hubiera sido un debate necesario.
Nos encontramos con:
-El biogás es un gas renovable (a nadie le preocupa que se obtenga de residuos y cuanto más residuos más energía obtenemos).
-El biogás es decisivo para la descarbonización (a nadie le preocupa hacer un análisis real de cómo baja la huella de carbono de todas las actividades que proveen los residuos).
-El biogás solucionará nuestra dependencia energética exterior y es por lo tanto fuente de soberanía energética (a nadie le preocupa que la tecnología sea importada, ni que las actividades proveedoras de los residuos dependan de insumos externos).
-El biogás es la única solución viable para la gestión de los residuos (a nadie se le pasa por la cabeza la reducción de los mismos).
-El biogás es negativo en emisiones, evita las emisiones de los residuos y además genera energía que evita el consumo de fósil (a nadie se le ocurre que lo que estamos haciendo es una valorización energética, es decir es como si quemáramos los residuos para obtener energía).
-El biogás va a ser una “fuente de empleo para el mundo rural” (sustituimos “ fuente de negocio para empresas urbanas” por esa frase y ya lo tenemos).
-El biogás va a ayudar a fijar población (porque aunque un pueblo esté rodeado de mierda la gente acudirá a asentarse en él.
-Las instalaciones de biogás no tendrán un gran impacto ambiental ya que la normativa lo impedirá (a nadie le preocupa que prácticamente todas las instalaciones deban de hacerse cerca de poblaciones por el paso de la red gasista).
-El biometano sustituirá al gas natural en la red gasista (a nadie le preocupa que en los kilómetros de red gasista, y cuanto más kilómetros haya más sucederá, hay un inmovilizado de un inmenso volumen, la red debe de estar llena siempre y a presión para que se pueda consumir en los diferentes puntos). Estamos hablando de una red de transporte y distribución de 160.000 km según el miteco. Supongo que el propio Ministerio habrá hecho un estudio de la descomunal cantidad de M3 a elevada presión que están contenidos en dicha red.
Sería interesante analizar el porcentaje de espacio en todos los medios en papel y digital que ocupa este relato frente al que ocupan sus detractores, entre los que nos contamos. Esto es lo que llamamos poder del relato dominante, y es muy difícil luchar contra este tremendo poder de penetración. Cuando un mensaje se lanza tan intensamente, durante tanto tiempo y en tantos medios, se convierte en una lucha desigual de argumentos.
Los publicistas conocen perfectamente esta técnica de marketing se trata simplemente de la repetición del mensaje. Esta técnica se emplea continuamente, y no sólo en publicidad sino también en la política y en la economía. Si a una persona le dices muchas veces lo mismo, esta acaba creyendo en la veracidad del mensaje, pero la cosa va más lejos, el lanzador del mensaje termina creyéndolo también. De hecho, estamos asistiendo a como se cambian las tendencias de votos en países con la simple manipulación de los algoritmos para que determinados mensajes se hagan predominantes en redes.
De ahí el encabezado, un relato que, sin ningún tipo de debate previo, por simple repetición desde diversos ámbitos, y todos ellos relacionados con intereses empresariales y económicos, se ha vuelto abrumador. Pero además se trata de un discurso totalmente homogéneo, lo vemos repetido exactamente igual en cada proyecto de planta, en cada nota de prensa lanzada por las diversas empresas energéticas o de biogás acerca de una nueva instalación, en cada exposición hecha por las legiones de neo-técnicos ante alcaldes poco o nada informados al respecto.
El conocido lingüista Vladímir Propp podría desarrollar con el biogás una tarea similar a la que hizo con los cuentos en su conocida “Morfología del cuento”, y la podría llamar perfectamente “Morfología del cuento del biogás”. La verdad es que no existe una gran diferencia entre un cuento de hadas y un discurso empresarial sobre el biogás, pasan cosas con la mierda pero al final de todo aparece inexorablemente un final feliz. Y ahí está ahora nuestro reto, en hurgar en las muchas fisuras que tiene el discurso oficial y en intentar destapar los intereses reales detrás de algo tan “abrumadoramente verde”. Por ello, nuestra recomendación es no aceptar discursos de quien tiene claros intereses económicos, se tratará siempre de discursos sesgados en la dirección que les conviene. Nuestra recomendación es informarse críticamente.
Ecologistas en Acción de la Manchuela
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