Una bola de madera guiará la aventura de los jugadores de la Locusfera, una imaginativa experiencia en la naturaleza promovida por Pablo Alfaro que llegará este verano a Vega del Codorno.
Tras una primera iniciativa emprendedora junto a su hermano en el Espacio Pachamana de Cuenca, Alfaro lanza ahora un proyecto propio, pero acompañado de un equipo especializado en diferentes áreas, como Inés Bautista, creadora y publicista a la que conoció en el programa Semillas del Ayuntamiento y Edu Quilis en la web y Maese Workshop en las miniaturas, entre otros.
Este emprendedor, formado en historia y antropología y especializado en patrimonio cultural, ha trabajado durante años en cuestiones de desarrollo rural y gracias a ello ha detectado algunas carencias en la Serranía de Cuenca. “Concretamente, vi que faltaban cosas que hacer, actividades, que cuando yo pregunte a Google qué hacer allí salgan propuestas más allá de la multiaventura”.
Alfaro ha tenido mucha vinculación con Villalba de la Sierra y durante los últimos tres años ha trabajado en la zona de la Serranía Alta, donde ayudó al Ayuntamiento de Beteta a desarrollar su estrategia turística y a organizar actividades como campamentos de verano. A partir de ese momento empezó a gestar la Locusfera y, tras barajar distintas localizaciones, ha decidido desarrollar su idea en Vega del Codorno, junto al río Cuervo.
Locusfera es una experiencia de juegos en la naturaleza que se desarrolla en una ruta circular, de entre cinco y siete kilómetros. Contará con una serie de instalaciones con troncos de madera que conformarán “un juego de canicas a lo grande”. A lo largo del camino habrá escenarios escondidos y espacios de educación ambiental habitados por seres fantásticos virtuales de fantasía, como hadas y trolls.
Detrás de los personajes que habitan este universo se encuentra el artesano digital Maese Workshop, afincado en Sotos y especializado en recreación patrimoniales. Esther, otra de las colaboradoras de la Locusfera, se ha encargado de la narrativa, “la historia de los personajes que nos iremos encontrando y los juegos que iremos resolviendo”.
Cuando le das una bola a un niño, lo primero que va a hacer es lanzarla y correr tras ella. Esa es la dinámica que activará una aventura que combina la actividad de naturaleza con la digital. “La idea es que “el usuario pueda vivir la experiencia de manera autónoma desde el minuto cero que coge la bola hasta el final del recorrido”, explica Alfaro.
Los participantes tendrán que pasar por rampas y espirales e interactuar con el medio a través de palancas, pero todo está pensado para que sea lo más accesible posible. “El principio básico es que se pueda recorrer con un carrito”, ha asegurado el promotor.
El reto de la Locusfera es ofrecer una ruta completamente gamificada: “No tenemos intención como de que sea una descripción de educación ambiental, sino que se refuerce el trabajo del juego en naturaleza y que los visitantes, tanto adultos como niños, aprendan a relacionarse con la naturaleza con otras herramientas.
La idea es innovadora, pero tiene esa conexión con los juegos tradicionales europeos. “Las instalaciones de juegos de canica aquí no se han conocido, pero hay mucha experiencia en centroeuropa, en el entorno de la selva negra, como Alemania, Francia y Suiza. Todos estos países tienen más relación con la naturaleza y están acostumbrados a convivir, a salir mucho más a la naturaleza”.
“Tenemos un poco la idea de retomar el recuerdo de cuando jugábamos en el pueblo con la abuela, tomar las costumbres tradicionales y llevárnoslas al medio natural”, apunta Inés Bautista. Además, se devuelve al bosque su identidad primitiva de mundo mágico, “que siempre ha sido así, pero hay que saberlo hacer”.
“No es incompatible el aprendizaje y disfrutar de la naturaleza a través de esa magia, sin necesidad de tener que entender todo”, añade Alfaro. “Ahora cuesta concebir que los niños salieran del pueblo y fueran al campo a jugar. ¿Dónde iban a jugar si no era en las eras? Claro, se jugaba en la naturaleza con piedras, con palos y con los elementos naturales que encontrábamo”.
El Ayuntamiento de Vega del Codorno ha dado un gran recibimiento a Locusfera, que fue “tanteada” por varios municipios. La cercanía del Nacimiento del Río Cuervo y el local que les ofreció el Consistorio han sido decisivos para decantarse por esta población, aunque Alfaro recuerda que este es un proyecto piloto que, si funciona, también podría exportarse a otras localidades, “porque el impacto es muy pequeño y hay rutas en todos nuestros pueblos”.
En estos momentos el equipo está en la fase de cerrar varios procesos, entre ellos la creación de la identidad visual. Locusfera gestionará directamente sus visitas, pero están hablando también con empresas de ecoturismo y quieren contar con muchas colaboraciones, sobre todo de personas del ámbito artesano, porque una de sus filosofías es precisamente la de implicar al territorio. Por ejemplo, en su local podrían organizar talleres de educación ambiental, magia, elaboración de jabones…
El plazo que se han marcado es comenzar el próximo mes de junio, aunque tienen mensaje algún evento de promoción previo para darse a conocer. En concreto, quieren presentarlo con una instalación piloto, de unos quince metros, que se montará en la Fuente del Oro y permitirá enseñar, en pequeña escala, en qué consiste esta innovadora propuesta.




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