Magnífico, espléndido, soberbio. Los calificativos se quedan cortos para una humilde Unión Balompédica Conquense que este jueves, en la segunda ronda de la Copa del Rey, plantó cara a la todopoderosa Real Sociedad. No se obró el milagro, no se llegó a la gesta, pero David estuvo a punto de conectar un disparo para derribar al gigante Goliath y hacer historia.
Seguramente que a los aficionados más veteranos les vino a la cabeza aquella eliminatoria de hace 21 años, cuando el equipo de Cuenca también planteó batalla al Atlético de Madrid. Nada que ver. En esta ocasión, los de Rober Gutiérrez resistieron las oleadas blanquiazules y gozaron de varias ocasiones para la proeza.
Lejos de la crónica deportiva, cabe subrayar el comportamiento de una afición conquense que parecía dormida y que atestiguó que la ciudad siempre ha sido futbolera. Claro que espera que el equipo de su tierra, el de los amores de sus padres, tíos y abuelos, reverdezca viejos laureles y se asiente no solo en la categoría actual que milita, la Segunda RFEF, sino que pueda dar el salto a una superior.
La respuesta a la llamada de la Balompédica fue aplastante y definitiva. La Fuensanta vivió la mejor de sus entradas desde la remodelación. Ni siquiera la reinauguración en 2010, que enfrentó a los conquenses y al Real Madrid Castilla, logró colgar el cartel de ‘No hay entradas’. Este jueves sí. Y es que delante tenía un espectáculo sin igual, ante un equipo de la parte alta de la Liga nacional que, además de contar con varias figuras nacionales de este deporte, juega bien al fútbol.
Para narrar esta historia hay que comenzar con los prolegómenos del encuentro. De forma ordenada y desde varios puntos de la ciudad, los aficionados fueron llegando sin ningún incidente. Ello prueba la buena organización del club, por ende del Ayuntamiento –las instalaciones son municipales–, para dirigir la gran cantidad de seguidores que en tiempo y forma pudieron sentarse en las abarrotadas gradas.
No tardó el equipo de Imanol Alguacil en hacerse con el partido y en gozar antes de la media hora de varias ocasiones. La más clara, un tiro al palo de Pablo Marín. También las tuvo el Conquense con sendos disparos de Serrano y Olivares, que obligaron a Marrero a desviar.
Ya en la segunda, y visto que el Conquense se defendía con uñas y dientes del asedio txuriurdin, Imanol decidió que era la hora de poner en el campo a sus piezas más cotizadas. El plan era que los Sergio Gómez, Barrenetxea, Brais Méndez y Oyarzabal resolvieran el entuerto por la vía rápida y cortaran de un plumazo la posible rebelión local. Ánimados y espoleados por la ruidosa grada, la Balompédica creyó que la gesta podía producirse y forzó con mucho trabajo y orden una prórroga que, porqué no, pudiera llevarle a la lotería de los penaltys.
El sueño se esfumó en el primer minuto de la prórroga. Una jugada bien hilvanada por Sergio Gómez y Brais Méndez acabó en el fondo de las mallas de un gran Bernabeu, que no pudo hacer nada para que el Conquense siguiera fantaseando. Un silencio absoluto se adueñó de La Fuensanta.
No obstante, el equipo volvió a contagiar a los suyos cada vez que se acercaba al área rival, elevando los decibelios por encima de los límites del ruido. Esa comunión bien pudo transformarse en el empate ansiado, con los remates de José Álvarez y Monterde en los instantes finales, antes del pitido de un cuestionado García Verdura.Y después un estruendo de aplausos para agradecer al equipo de Gutiérrez el enorme esfuerzo.
La fecha quedará grabada para siempre en la memoria y retina de los presentes y, por supuesto, en la historia de una Balompédica que desde ayer ha logrado que los conquenses se planteen su regreso a La Fuensanta para ver al equipo que les representa.
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