El encuentro con José Manuel Martínez Cenzano se produce bajo los tilos, en el jardín de Cecilio Albendea, en una terraza ocupada únicamente al principio por entrevistador y entrevistado que se irá llenando a medida que avanza la conversación. La idea es hablar de la faceta literaria del exalcalde de Cuenca, que este sábado presentaba en la Feria del Libro un nuevo poemario ‘Mapa para un laberinto sin salida’, pero la charla entra y sale de todo tipo de cuestiones, desde los tristes días de la pandemia al ambiente político.
Tiene ya unos cuantos poemarios en su carrera…
Yo debo decir que no me considero un poeta. Escribo versos y, de vez en cuando, me publican. Y en esta ocasión además me produce una íntima satisfacción la publicación y el que me presente el libro Francisco Mora, al que considero uno de los grandes poetas de nuestra tierra; un hombre muy comprometido con su espacio vital, muy animoso y que tiene unos libros que recuerdan el hálito de Diego Jesús Jiménez, que me consta que fue uno de sus poetas admirados.
¿Cuándo nace este Mapa para un laberinto sin salida?
Es un libro prepandémico. Estaba prácticamente terminado el 14 de marzo de 2020, cuando nos confinó el Gobierno para tratar de atajar la pandemia. Durante ese tiempo prácticamente no he creado nada, unos pocos poemas que, sinceramente, creo que no verán la luz.
Pretendo denunciar los nuevos paradigmas que nos están llevando a la deshumanización”
Muchos escritores comentan que el confinamiento no fue tan creativo como mucha gente puede pensar; al contrario, afirman que el aislamiento les bloqueaba mentalmente.
Yo me dediqué mucho a leer y recuperar textos, sobre todo de literatura gallega. Me inspiró un relato que he escrito y he publicado, pero que no está a la venta, fue realizada a nivel doméstico, con unas ilustraciones de un gran acuarelista, unas docenas de ejemplares para regalar a los amigos y a la familia. Pero el resto de los escasos poemas que escribí en la pandemia están dotados de una especie de conjuro, de cierta tristeza y desesperanza. Y aunque quizás el poemario que hemos presentado este sábado pueda parecer a priori triste, en él lo que pretendo es denunciar todos aquellos nuevos paradigmas que, desde mi modesto punto de vista, nos están llevando a la deshumanización; pero también proponer un escenario de esperanza. ¿Por qué? Yo creo que es una necedad no creer en la capacidad de las personas para revertir situaciones que son objetivamente malas para todos, aunque para algunos sean muy buenas. El crecimiento de la desigualdad, la manera en la que muchas personas están asumiendo cómo la dignidad con la que nacieron está siendo pisoteada, me produce una profunda desazón. Pero, por otra parte, creo que la humanidad sí ha avanzado en muchos aspectos, ha consolidado espacios de libertad y determinados servicios que hoy, objetivamente, son mejores que hace pocos años. Hablo de la educación, la atención a las personas con dependencia, de la sanidad, las infraestructuras… Y también se ha consolidado una manera de ver la vida con una gran libertad, eso en el arte es rigurosamente palpable. Lo que he querido decir con el Mapa para orientarse en un laberinto sin salida son dos cosas: hay esperanza, pero uno no se puede estar quieto. La inercia es el gran problema que hoy pueden tener algunos. Lo inerte solo conduce a una situación que, incluso desde un punto de vista físico, es indeseable. Nacemos de un gran desequilibrio, somos deudores de aquel desequilibrio de la materia que, hace millones de años, no soportó el caudal de energía que estaba contenida, y explotó dando lugar a un universo que todavía hoy sigue moviéndose. ¿Un universo quieto qué sería?
Los pensamientos son el final feliz del conocimiento”
¿Ese movimiento está siendo ahora hacia atrás? ¿Hay cosas que parecían incuestionables que ahora se ponen en duda?
Hay algún poema que delata esa situación. El poemario tiene dos capítulos. El primero es la cartografía del pensamiento. Pero todo territorio tiene un volumen, y la segunda parte del poemario se titula topografía de los sentimientos. Yo considero que los pensamientos son el final feliz del conocimiento. Cuando tú conoces algo lo piensas y elaboras. Un pensamiento te conmueve, te mueve a. Y pasa lo mismo con los sentimientos. Los sentimientos crecen, se hacen volumétricos, cuando tú tomas una sensación, aunque sea prestada, y la elaboras. Todo esto implica una actitud de no dejar los conocimientos parados en seco y lo mismo ocurre con los sentimientos. Yo creo que hay muchas personas que tergiversan los conocimientos y no los hacen pensamiento, y hay muchas personas que, ante las sensaciones, lo único que hacen es explotarlas de una manera arbitraria e incluso carente de inteligencia.
¿Y con maldad?
Que la maldad existe es un hecho constatable y, en muchas ocasiones, no sé si engendra al odio, pero lo acompaña.
El título del poemario es un poco pesimista, porque no sé si tiene sentido usar un mapa en un sitio que no tiene salida.
Cuando hablé con las editoras, Marta y África, se quedaron un poco conmovidas e hicieron la misma pregunta que tú has hecho. ¿Para qué necesita alguien un mapa para orientarse en un laberinto sin salida? Te voy a devolver la pregunta, como gallego de adopción, formulada con otra pregunta. ¿Tu vida no es un laberinto?
¡Bueno…!
¿Crees que podrías vivirla sin un mapa ético, en el que el pensamiento te genere satisfacción?
Nunca he sabido manejar correctamente mapas y brújulas.
Pero sí manejas pensamientos. De eso se trata. ¿Qué sería de ese laberíntico existir si no tuviéramos una topografía de los sentimientos, sin saber dónde te pueden llevar, aunque al final acabes en el mismo lugar? Todo esto lo que comporta, en realidad, es la necesidad de tener una actitud ética y filosófica.
Habrá gente que nos diga que por qué no hablamos de política en esta entrevista.
Porque a lo mejor te meto en un laberinto.
En realidad, sigue participando en tertulias y comentando sus preocupaciones por la ciudad.
Por supuesto, y me produce una honda inquietud lo que está pasando, que no deja de ser una especie de reflejo de lo que ocurre en otros lugares. Todos nos miramos en un espejo en el que esperamos ver reflejada la imagen de otro. En Madrid, Bruselas o Washington lo que ves es una imagen de marca y, cuando te miras al espejo, lo imitas de manera consciente e inconsciente. Y en ocasiones imitas a los Bolsonaro, a los Trump, Orban, Putin… Gente que está situada en un extremo del laberinto y está generando una posición muy complicada. Pero, por otro lado, existen otros tipos de populismos. Esa imagen especular es muy llamativa. ¿Y qué pasa con la clase media de la política? Que se está descapitalizando, entre otras causas porque hoy se convierte en doctor un necio con una red.
Al tonto del pueblo al que nadie hacía caso, ahora que está en las redes le escucha todo el mundo.
Yo no manejo las redes, tengo Whatsapp para saber cómo está mi nieto y ver sus fotos, pero lo que se comenta de las redes, fuera de las redes, desaconseja entrar en ellas. Yo en estos momentos me declaro analfabeto funcional de las redes sociales.
Tomé la opción de luchar a favor de la igualdad y socializar los bienes”
Sí que parece bastante preocupado por la situación política. ¿Se hubiera alejado del mundo político si le hubiera tocado vivir estos tiempos?
Mi compromiso político ha tenido mucha influencia de carácter moral. Yo viví en una época en la que la iglesia a la que pertenezco decía en el Concilio Ecuménico Vaticano II “luchen las personas contra el poder de un solo hombre y un solo partido”. Aquello me marcó. Pero decía, en otro momento y otro lugar, que construyan los cristianos la ciudad de Dios en La Tierra. Como la ciudad de Dios en La Tierra no existe, porque unos por un lado y otros por otro tienen carencias en lo que puede ser una conformación universal del valor moral en su conjunto, tomé la opción de luchar en favor de la igualdad y socializar los bienes.
¿Y qué tal se le dio?
¿Hablamos de mi currículum o de lo que está palpitando en estos momentos?
De su satisfacción con el trabajo hecho.
El otro día una persona me preguntaba si volvería a hacer lo que hice. No sé que contestar. ¿Esto es triste? No, simplemente mi vida es irrepetible y asumo mis limitaciones y entre ellas está imaginarme una vida distinta. ¿Por qué? Primero, porque es infructuoso, no me conduce a nada; y segundo, porque echar la vista atrás desde esa perspectiva lo único que genera es melancolía. En una situación como la de hoy, lo que sí puedo decir es que viviría con unos niveles de tensión emocional y estrés que superarían con creces a los que tenía en aquel momento, que eran muchos.
¿Ha pensado durante la pandemia en el actual alcalde, Darío Dolz, y lo que le había tocado gestionar?
Muchas veces he pensado en Darío desde esa perspectiva. Pero es que a continuación se le hunde el tubo que transporta la gorrinería de Cuenca y le obliga a gastarse un dinero monstruoso y, a continuación, se le cae la calle de los Canónigos. Se le frustran algunas expectativas que podría tener para llevar a cabo un programa que, en el momento que se consumó su candidatura, yo presenté como una gran oportunidad para nuestra ciudad. Hablo poco con él, pero creo que debe estar sufriendo muchísimo, porque esos sueños, que son muchas veces lo que alimentan los pensamientos, deben estar distantes en el tiempo en algunos aspectos. No estoy haciendo un juicio político, traslado a él mi sensación. La cuestión de enjuiciamiento político sobre su gestión no es una cosa que, en estos momentos, deba hacer.
La pandemia ha sido una ráfaga de viento que nos ha quitado el mapa de las manos.
A mí me ha ocurrido algo que no sé si le ha pasado a todo el mundo y es que tengo muy pocos recuerdos del confinamiento. Eso probablemente se deba a que un día sucedía a otro sin que hubiera ningún tipo de modificación. La única modificación te llegaba cuando los gerentes de la sanidad daban cuenta del número de personas afectadas y fallecidas y cuando los gerentes de la cuestión pública de la generación de riqueza y empleo daban cuenta del número menguante de trabajadores activos. Pero como era una cadencia, al final asumías que era un único mensaje. Eso genera en el intelecto cierta inercia, no te imaginas que las cosas hayan podido suceder de una manera pautada; al revés, era una sorpresa tras otra para saber la cuantía, no la cualidad, y creo que eso me ha generado cierta pérdida de memoria.
Ha sido traumático para la cultura de Cuenca, se ha ido mucha gente. Me vienen a la cabeza, por ejemplo, Gonzalo Pelayo y Paco Alarcón…
Con los dos he tenido una relación muy afectiva. Con Gonzalo porque su dedicación al cine fue radical y ejemplar. Lo que ha sacado en limpio imagino que se lo ha llevado a la tumba en forma de gran satisfacción personal Y de Paco Alarcón te puedo decir lo mismo en otro ámbito. El 12 de marzo de 2020 se presentaba, en una sesión restringida, el resultado de un trabajo que, acertadamente, el presidente de la Junta de Cofradías ha llamado coral. Es la Poética de la Semana Santa en su Museo. Allí participamos muchas personas y los responsables del museo tuvieron la deferencia de invitarnos a que viéramos el primer capítulo. Estábamos unas diez o doce personas. El día 20, Paco Alarcón fallecía. La contribución de Paco en aquella nueva oferta cultural, que aconsejo que se visite, fue seleccionar un número aceptable de poemas para configurar con ellos el capítulo de la poética en las ondas. Estaba allí por derecho propio. Aquello me produjo una desazón salvaje, tanto en un caso como en otro. Ha habido más gente que se ha ido con la que también tenía una estrecha relación de afecto. Pero bueno, soy una persona esperanzada, aunque tenga esta cara.
Poder celebrar una feria del libro es síntoma de que la cosa vuelve poco a poco a la normalidad.
Yo no soy fumador, pero me dieron ganas de fumarme un Cohiba al salir el otro día de la primera sesión del Cine Club. ¡Aquello me pareció! ¡Volver a esos elementos que conforman, a veces, una hermosa rutina!
¿Se saborea de otra manera?
Claro, porque hay cosas que todavía no me he permitido hacer, con 77 años hay que ser cauto.
¿Cuál es su favorito de todos los sitios donde se ha celebrado la Feria del Libro de Cuenca?
Cuando yo llegué al Ayuntamiento de Cuenca en el año 1991, creo recordar que estaba en el parque de San Julián en los primeros días de agosto y tuvimos un pregonero de lujo, Diego Jesús Jiménez. Aquello fue cambiando y algunos nos empeñamos en que la Feria del Libro de Cuenca se convirtiera en la Feria del Libro de Castilla-La Mancha. ¿Lo conseguimos? Pues, como ocurre con muchas cosas, a veces empatas. Sí conseguimos dinero y proyección suficiente como para que fuera considerada como la Feria del Libro de Castilla-La Mancha, pero el Gobierno nunca la incluyó en el calendario de ferias regionales, lo que condujo después a que se pudiera volver atrás. Es muy difícil quitarle una feria a Albacete o a Toledo si está asentada, igual que sería difícil que a nosotros nos quitaran la Semana de Música Religiosa. Yo consideraba, en primer lugar, que teníamos un buen espacio. Un recinto ferial está para ser ocupado por ferias y el de la Diputación, que es magnífico, no estaba solo para la artesanía o para la hípica, también para la Feria del Libro. Y tenía una garantía, que todo estaba bajo techado. Ya podía llover. La retirada de la Junta de Comunidades de la organización ha supuesto volver casi a los orígenes. Este sábado he pasado por la Plaza de España y, evidentemente, la feria tiene interés, es muy digna y tengo que felicitar a quienes la hacen, porque comporta un esfuerzo que me consta que es titánico.
Y para afrontar la recta final de la entrevista, volvemos otra vez al libro y a su título, que es un poco borgiano.
Fue un golpe de intuición. Muchas de las cosas se me ocurren en la hoz del Huécar…
Cuando le he telefoneado para ver dónde quedábamos, me comentaba que usted nunca ha sido muy de alternar. ¿Nunca ha sido escritor bohemio, ha sido más de campo?
Mi anterior libro, que también tenía un título no sé si borgiano, pero sí raro, era Abstracciones y figuraciones en servilletas de papel y, en realidad, era un homenaje a las servilletas de papel, porque para mí han constituido mi mejor bloc de notas. He llegado a darme la vuelta a la hoz, llegar aquí y, antes de ir a casa, decirle al camarero de alguno de los bares que me dejara una servilleta y un bolígrafo. Los títulos a veces inducen a confusión, pero son analíticos.
Nos hemos quedado sin médicos de palabras”
El que ha escrito sobre Borges, por cierto, es Zapatero.
No conocía esa afición del expresidente.
¿Eso habla bien de un expresidente?
Claro que sí. La bronca política, instalada de una manera tan brutal en espacios que deberían ser la sublimación de la palabra, está descapitalizando los parlamentos. Cuesta mucho oír un discurso argumentativo, tratar de entender qué hay detrás. ¿Qué se desea cuando se acude al exabrupto por sistema? ¿Qué intención tiene alguien de quedar por encima de otro a base de radicalizar el lenguaje? ¿Qué sentido tiene la mentira? Hay un poema en el libro que se titula algo así como ‘El médico de las palabras’, en el que lo que digo que un médico, cuando se da cuenta de la impotencia que tiene para curar el mal que transmiten las palabras, que se han convertido en portadoras de la mentira, huye despavorido. Nos hemos quedado sin médicos de palabras.
Difícil que personas formadas entren en política si saben que se exponen a altos niveles de agresividad contra la clase política.
Creo que están desalentando a muchas personas que podrían desarrollar durante un periodo de su vida una gran actividad y que, sin embargo, ven frustradas sus expectativas porque les condenan al ostracismo o la degradación de su imagen hasta unos niveles difíciles de soportar. Nosotros ahora estamos en una terraza que se ha ido llenando y no oyes una voz, ves a la gente sonriendo y disfrutan de la charla de una manera amistosa. El viernes estuve en Atocha, que estaba que parecía que regalasen billetes, y lo mismo. Ni un grito, todo el mundo respetable. Pude disfrutar de mi nieto sin ningún sobresalto. ¿Por qué en la Carrera de San Jerónimo no puede ser igual? ¡Es que tengo que apagar la televisión!
Terminemos la entrevista con el apartado de agradecimientos del libro.
Por orden de proximidad, tengo que empezar con Pilar, mi mujer, porque ha sido mi gran correctora, una persona que me ha soportado mientras escribía y los primeros bocetos de los poemas y ha sido quien ha puesto el punto donde faltaba y la coma donde sobraba. Por su puesto, se lo agradezco a la Diputación, que es una editora extraordinaria y, si tengo que personalizar, lo hago en las personas que han estado más cerca de la elaboración del libro, desde la maquetación de Carla hasta los consejos y el modo cariñoso y profesional con el que me han tratado África y Marta. Y como he dicho al principio, para mí que Paco haya presentado el libro es un sueño cumplido. Y, sobre todo, al lector, porque un libro es incompleto hasta que un lector lo cierra.
Muy buena entrevista.
Al Faraón le pasa factura el Karma, lo siento por él. De los demás alcaldes ni me acuerdo, por lo menos de él tengo recuerdos aunque lo hiciera muy mal, pero lo hizo.