Siete molinos de viento harineros se alzan en el Balcón de La Mancha, el paraje de Mota del Cuervo que retrata a un pueblo, a una comarca y a una región. Es el lugar al que hay que ir para compartir mirada con el Quijote y sentimiento con los habitantes de la llanura manchega, orgullosos de su tierra y de pertenecer al imaginario colectivo universal gracias a la pluma de Miguel de Cervantes.
Los molinos de Mota del Cuervo se encuadra dentro de la tipología del molino de viento mediterráneo, caracterizado por una torre cilíndrica que, en el caso de La Mancha, se distribuye en tres plantas a las que se accede mediante una escalera de caracol. Hay constancia documental de que en 1552 ya había al menos uno de estos ingenios en la localidad moteña. Su propietario era Cristóbal López y sabemos de su existencia por una denuncia que interpuso contra él el concejo de la Mota, porque este molinero, además de cobrar la maquila (1 celemín de cada fanega que llevan a moler al molino) exigía un suplemento ilegal de 12 maravedís, alegando que el molino de viento es más costoso y requiere más mantenimiento que el molino de agua.
Hay indicios de que en el Balcón de La Mancha llegó a haber hasta 24 molinos de viento, pero solo uno sobrevivió a la decadencia de estas construcciones con la expansión de la energía eléctrica y a la destrucción de la Guerra Civil Española. Se trata de El Zurdo, nombre que recibe porque sus aspas giran hacia la izquierda. Este molino aparece citado en el Catastro del Marqués de la Ensenada de 1752. Tras ser el único superviviente de la contienda bélica fue adquirido en 1944 por Ramón Serrano Súñer, ministro de Asuntos Exteriores durante la dictadura y cuñado de Francisco Franco. En 2017 fue declarado Bien de Interés Cultural.
El resto de molinos que hoy puede ver el visitante fueron reconstruidos sobre los cimientos originales a partir de la creación, en la década de los 50, de la Asociación de los Amigos de los Molinos, que impulsó la recuperación de estos artefactos para un uso cultural. Llevan los nombres de El Cervantes, El Goethe, El Gigante, El Piqueras, El Irak y el Franz Grillparzer.
Todos han sido rehabilitados para uso cultural. Así, el Goethe, dedicado a Alemania, es sede del museo de escultura Austión Tirado; El Piqueras, que debe su nombre al fundador de los Amigos de los Molinos, es un Museo de la Agricultura; El Gigante, además de oficina de turismo, es también el Museo de la Molienda y en el Irakí es hoy el museo etnográfico Teresa Cano Lillo.
El Ayuntamiento de Mota del Cuervo está haciendo durante los últimos años un esfuerzo para potenciar sus molinos y todo lo que significan desde el punto de vista etnográfico. En El Gigante se celebra cada sábado la molienda, convertida en en una fiesta en la que los asistentes tienen la oportunidad de ver cómo la maquinaria del molino se pone en marcha para convertir el trigo en harina.
Patrimonio religioso y cultural
Los molinos son los mejores embajadores de Mota del Cuervo, una villa cuyas raíces administrativas se sitúan en el siglo XII, pero que se sabe poblada desde la antigüedad y fue territorio fronterizo de las guerras entre moros y cristianos. De tan dilatada historia queda un vasto patrimonio religioso, natural y cultural.
El foco de mayor atracción turística internacional es el complejo lagunar de Manjavacas, lugar de referencia para los aficionados a la ornitología de todo el mundo, un paraíso declarado Reserva de la Biosfera en el que se pueden encontrar algunas especies de aves acuáticas en peligro de extinción.
La importancia de las lagunas es la de servir de punto de conexión entre los dominios ecológicos europeos y norteafricanos en las migraciones de las aves, por lo que es un enclave de gran importancia para los investigadores. Tiene una flora característica, tanto de plantas sumergidas, como en sus playas y aledaños, que están condicionadas por el entorno salino de las lagunas.
Entre los edificios de carácter religioso hay que citar, en primer lugar, la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, templo que comenzó a construirse en el siglo XV que fue declarado Bien de Interés Cultural en 1990.
Por otro lado, a un kilómetro del núcleo urbano se encuentra la ermita de El Valle. La tradición cuenta que la Virgen se apareció a un cantarero mientras picaba en el barrero y San Agustín acudió para saciar su sed. De esta manera se convirtieron en los patrones de los cantareros y del Barrio de las Cantarerías.
También es destacable la ermita de Manjavacas, de estilo neoclásico. Situada a siete kilómetros exactos de Mota, en un pequeño promontorio, donde convergen los caminos Senda de Santa María y Carril de los Valencianos. En su interior destacan tres altares realizados por Santiago Lara, que hizo la decoración y restauración de toda la Iglesia en 1942.
En esta ermita se celebra las fiestas patronales o la “Traída y la Llevada de la Virgen” que están declaradas de Interés Turístico desde 1977. La traída de la virgen a hombros de sus anderos tiene lugar el primer domingo de agosto de madrugada. Miles de personas se reúnen al alba junto a la ermita de Manjavacas, donde se reparten lluecas y chocolate a todos los asistentes. Después de la liturgia, la imagen de la patrona sale en procesión hasta el pocillo, desde donde una vez tapada, sale a la carrera sobre los hombros de sus fervientes anderos, para recorrer los siete kilómetros que separan la ermita de la localidad. Una vez allí es destapada y llevada en procesión hasta la iglesia parroquial.
La traída es uno de los grandes eventos anuales en un pueblo que sabe cómo celebrar sus fiestas y honrar sus tradiciones. Imprescindibles las fiestas de Carnaval, la llueva que se celebra el segundo domingo después del miércoles de ceniza y la Función de Ánimas o Fiesta de las Danzantas, una tradición centenaria que ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Regional.
La alfarería se mantiene hoy como uno de los valores fundamentales de Mota del Cuervo, con la particularidad de que en esta localidad ha sido una actividad asociada a las mujeres, que elaboraban cántaros para almacenar agua. Recientemente se ha abierto el Museo Alfarero de Mota del Cuervo, en pleno Barrio de las Cantarerías, para conservar y difundir el oficio alfarero y su modo de vida asociado.
Uno de los focos culturales de la localidad es el Centro Cultural La Tercia Real. Es junto a la Iglesia parroquial el edificio más antiguo de Mota del Cuervo, ya que su construcción fue ordenada por el rey Fernando El Católico. Hoy es un edificio propiedad del Ayuntamiento que se utiliza para jornadas culturales, catas de vino y exposiciones. Sus propuestas complementan la rica oferta turística de la que este municipio puede sentirse muy orgulloso.