Los nazarenos de Cuenca contábamos los días que, con mucha ilusión, nos quedaban para cortar este caminar por un desierto seco y desangelado, lleno de arenas y trampas.
Hemos sido impedidos durante dos años de trabajar, arrimar el hombro y, por qué no, de engrandecer la idiosincrasia de nuestra ciudad mediante la representación de fe, cultura y tradición que cada primavera le mostramos al mundo entero.
Y sí, en voz alta, podemos presumir de que somos el sentimiento mayoritario más fuerte que pasea por la ciudad, como si se tratarse de un termómetro que sube y baja en función del ánimo ciudadano, como hemos podido comprobar estos dos años de parón semanasantero por el trágico virus que, para el resto de nuestros días, nos continuará acompañando, pero que, bajo el manto de la medicina… ¡volvemos!
Podemos presumir de que somos el sentimiento mayoritario más fuerte que pasea por la ciudad”
Ahora sí, nos acercamos, lentamente, como el caminar penitente cuando escuchamos una marcha de procesión.
Cierren los ojos… Tomen aire y expiren… Las túnicas y capuces brillan como si fuesen el astro que nos ilumina cada día de nuestras vidas.
Continúen soñando, pues les traslado al interior de la antigua iglesia de San Andrés y sientan como, algún minuto antes de las 9:30 horas, se hace un silencio nervioso que corta las palabras. Las pulsaciones comienzan a subir, esperando que este instante eterno se rompa por el golpe de picaporte anunciador del comienzo de nuestra pasión.
En la plazuela de San Andrés, un toque de trompeta penetra en el aire de la fresca mañana primaveral de Cuenca, provocando escalofríos y que se ericen los vellos de todos los cuerpos presentes, al tiempo que las sagradas imágenes ven la luz al final del túnel.
¡Es Semana Santa en Cuenca!
¡Hosanna al hijo de David, bendito el que viene en el nombre del Señor!
Será el momento de despertar y contemplar algo que anhelábamos y desconocíamos cuándo podríamos volver a sentir.
Volveremos a escuchar toques de oración, rezos de misericordia y melodías que se incrustan de manera perenne en un lugar privilegiado del alma.
Volveremos a disfrutar de grandes de obras musicales, por el discurrir de imágenes y bandas de música por todo el casco antiguo de la ciudad, reconvertido durante estos días, en un gran auditorio al aire libre, con la singular ayuda de las aguas del Júcar y Huécar, que abrazan nuestro particular Monte Calvario en el que se convierte la Plaza Mayor.
Volveremos a sentir olores propios a cera. Escuchar el golpe de horquilla que retumba por las calles y muros de la ciudad,
Y cómo no, recordaremos con emoción y llanto el sueño eterno del que disfrutan las almas de allegados, amigos y familiares caídos en la batalla que la vida nos presenta en el día a día. La buena gestión de su magistral legado es responsabilidad de todos.
Acariciemos la historia.
VA POR VOSOTROS.
Foto: Sebastián Martín