Carlos Julián Martínez Soria ha mostrado desde diferentes prismas como el religioso, el histórico, el sentimental y el artístico en un pregón que ha ido creciendo en emoción hasta estar a punto de quebrar la voz del protagonista, que ha corroborado en el Auditorio que no exagera cuando defiende que “parafraseando a Pablo Tusset, al igual que lo mejor que le puede pasar a un croissant es que lo unten de mantequilla, lo mejor que le puede pasar a un nazareno de Cuenca es pregonar su Semana Santa”.
La periodista Paula Latorre, responsable de comunicación del Obispado, ha ejercido de maestro de ceremonias en un teatro José Luis Perales abarrotado para este acto del pregón, que ha contado con la colaboración musical del Coro del Conservatorio de Cuenca y de la Banda Municipal de Música.
Tras esta introducción ha tomado la palabra Martínez Soria, que ha comenzado comentando los múltiples recuerdos de una infancia “en la que me perdía en un bosque de túnicas amarillas, buscaba a mis hermanos cerca del pilón de la Plaza Mayor en el descanso y admiraba la belleza del cadencioso Beso de Judas”.
El pregonero ha comentado que acompañando al Cristo de la Agonía “bajo “con el rostro cubierto por el capuz, en silencio y sin prisa”, aprendió a admirar el trabajo que hay en las imágenes y a “leer en los rostros de las personas que contemplaban los desfiles y he tenido la inmensa fortuna de poder acariciar con la vista y casi escuchar con el corazón las oraciones que se elevan desde esas miradas buscando los ojos de Nuestro Padre Jesús”.
Ha reflexionado Martínez Soria sobre el sentimiento de pertenencia a una hermandad, “tan particular como universal” y ha dado importancia a los momentos íntimos, como “los olores de los platos más típicos cocinándose en los fogones de la madre; los vapores de la plancha que repasa una y otras vez las túnicas y capuces; la cera quemada en las tulipas”. De alguna de estas cosas queda “el recuerdo de lo que fue, porque otros negocios las hacen para la comunidad”.
Por otro lado, también ha apuntado que le ha gustado conocer las vivencias de la Semanas Santas de otras ciudades, porque es una manera de conseguir aportes críticos para mejorar; y admira la devoción de las personas ante esta, ya sea por tradición familiar o por iniciativa propia, y cómo “”nos igualamos en la fe con personas de aquí y de allá”
A lo largo de todo el pregón ha ido repasando las imágenes que participan en la Semana Santa con comentarios sobre los sentimientos que le transmiten. Por ejemplo, Martínez Soria ha desvelado que se siente identificado con el señor del Medinaceli “cuando pasea ceremonioso por las ciudades de España”; ha descrito la luz reflejada en las túnicas blancas del Domingo de Ramos que este año celebra su sesenta aniversario; el desfile cadencioso de la Santa Cena, “pura belleza contenida en los rostros de los concurrentes a la mesa; el Cristo de la Agonía, que le parece “el mejor Crucificado de España”; y de la Señora de las Angustias, “que es amor en cada uno de los gestos, perfección materializada en volumen”.
“Patrimonio y artes es lo que llenará nuestra ciudad estos días”, ha incidido el investigador, que considera que la Semana Santa de Cuenca” es una de las celebraciones procesionales más auténticas que conozco”, entre otras cosas por la confluencia de sus nazarenos con los mejores imagineros.
El pregonero observa que la Semana Santa de Cuenca son muchas cosas, comenzando por el relato de la Pasión de Jesús conforme a la tradición católica; pero también es historia de esta ciudad, sobre la que se ha escrito mucho y todavía quedan cosas por decir”. Inició entonces un repaso de algunos avatares de esta celebración sede su inicio en el siglo XVI y que tuvo entre sus momentos claves la reconstrucción de la Semana Santa después de la Guerra civil “en tiempo récord”, por lo que hizo un agradecimiento público a todas las personas que lo hicieron posible.
Para Martínez Soria la Semana Santa de Cuenca “es también arte con mayúsculas, el de los imagineros que han construido un patrimonio para este ciudad, pero también orfebres, restauradores y todo tipo de oficios”, haciendo una mención especial al genio de Marco Perez, por su inflencia de los grandes maestros del barroco español y sus minuciosos estudios anatómicos.
“El arte alcanza en nuestra Semana Santa auténticos seísmos de belleza”, ha proclamado un Martínez Soria que ha reivindicado “a los injustamente olvidados policromadores” y a las bordadoras con recuerdo a la costurera Encarnación Román y a otros talleres que han creado “una de las señas de identidad de nuestras procesiones”.
También ha hecho referencia a los músicos “que visten el penitente caminar de banceros”, con menciones especiales para Cabañas y u Marcha de San Juan y Aurelio Fernández cabrera, autor de composiciones como Corona de Espinas , pero también a la “cantera” que cuenta con nombres como Manuel Millán y Pedro García Hidalgo.
Comenzó a emocionarse especialmente Martínez Soria al hablar de La Madre, de las vírgenes que procesionan bajo palio, de las peticiones a María Santísima “con la que esperaremos al día de mañana, ese futuro que nos aguarda y la promesa de esperanza en la vida eterna” y de los nazarenos que ya se han ido.
En sus conclusiones, el pregonero ha añadido que esta manifestación religiosa “se encardina con las aportaciones de todos nosotros; podría decirse que hay tantas Semanas Santas como personas; que la Semana Santa “son emociones, un algo inexplicable que en algún momento ha quedado sellado en tu alma” y que la Semana Santa de Cuenca es la mejor “porque es la que me ha hecho ser como soy”.