La Semana Santa de Cuenca comienza con un cumpleaños, el de la Hermandad de Jesús Entrando en Jerusalén y María Santísima de la Esperanza. Si ya el Domingo de Ramos invita a ponerse guapo para la cita, un 50 aniversario es un motivo extra para salir a la calle con nuestras mejores galas, aunque no haya prenda más elegante que las blancas túnicas de los nazarenos, repletas de luz inflamada, como las describió Carlos Julián Martínez Soria en su pregón.
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Jornada de cielos despejados, algo que se agradece en Semana Santa pero que preocupa cuando uno tiene que hacer memoria para recordar la última vez que una gota de lluvia rozó su cara. En su lugar se coló el frío como invitado a la fiesta y pilló de sorpresa a algún nazareno confiado que tuvo que soportar la tiritona de las primeras horas de la mañana.
Expectación y entusiasmo convivían en el interior de San Andrés en los minutos previos al desfile. Los hermanos tienen el nerviosismo del cumpleañero y esta onomástica es muy especial, porque no no se cumplen cincuenta años todos los días. La efeméride aceleraba los corazones nazarenos que laten al unísono en el inicio de la Semana Santa, como comentó el consiliario de la hermandad en sus palabras antes del comienzo de la procesión.
El mecanismo del desfile se puso en marcha con tres golpes metálicos en el portón de San Andrés y un toque de trompeta. Puntualmente salió a la calle la Borriquilla de Marco Pérez, humilde montura sobre la que cabalga la esperanza que fue recibida con algarabía por los conquenses en la fría mañana del Domingo de Ramos.
Justo después apareció en San Andrés la Virgen de Eduardo Ladrón de Guevara, envuelta un aura de música e incienso y ataviada en este cincuentenario con un elegante manto carmesí. Ambos pasos bailaron juntos al ritmo de la Banda Municipal del Maestro Aguilar antes de emprender su glorioso paseo por la ciudad.
La alegría de la jornada estaba presente en cada centímetro del recorrido. Hasta los edificios mostraban entusiasmo y, del mismo modo que un perro recibe a su dueño cuando llega a casa, las campanas del Salvador se alborotaron en el momento en el que las imágenes se acercaron a su puerta.
La banda de la Junta de Cofradías de Cuenca, a ritmo de la marcha ‘¡Oh, bendita estrell!a’ guió a la comitiva hasta la Puerta de Valencia. El río Huécar se sumó a las felicitaciones de este 50 aniversario y las monjas cantaron desdes el Convento de las Concepcionistas a los pasos. En las aceras ya proliferaban las palmas y los olivos en el momento en el que la procesión afrontaba la etapa llama de su itinerario.
Los músicos y nazarenos aprovechaban el tramo de Las Torres y Aguirre para capturar unos cuantos rayos de sol y sacudirse el frío matutino. En la Plaza de la Hispanidad el cumpleaños abrió un paréntesis de luto cuando los banceros se giraron .para recordar a un hermano recientemente fallecido, Daniel Mejías Hurtado.
La banda Junta de Cofradías entonaba Corazón de San Juan cuando comenzó su marcha por Carretería. El público iba en aumento y en el Puente de la Trinidad se incorporan muchos pequeños a la procesión que fue creada para ellos
Tras saludar a los turbos de hierro, La Borriquilla y la Virgen de la Esperanza comenzaron su ascenso al Vaticano subidos en los remontes musicales de las marchas procesionales. Como dicen los Burning, los Domingos se hicieron para bailar, así que los banceros mecieron a sus pasos en Palafox, frente al Conservatorio, y demostraron cómo hay que moverse en una pista de baile con pendiente.
El Casco Antiguo de Cuenca ya está abarrotado cuando la procesión cruzó la Puerta de San Juan. Poco después, en San Felipe Neri, se bañaron en un océano dorado de palmas que reproducían el sonido de las olas. La Borriquilla y la Virgen, nazarenos y autoridades participantes en el desfile se giraron hacia la iglesia para escuchar las palabras del obispo y recibir su bendición.
El Domingo de Ramos afrontó su recta final por una calle Alfonso VIII que no necesita ponerse nada de estreno para lucir esplendorosa en eventos señalados como este desfile. El júbilo desbordó definitivamente por las callejuelas de la vieja Cuenca en el momento en el que las imágenes cruzaron los arcos del Ayuntamiento. Los pasos se dejaron abrazar por la multitud que llenaba la Plaza Mayor y los banceros, antes de guardar las imágenes en la Catedral, saborearon los últimos momentos de la procesión e hicieron un último esfuerzo para que la Borriquilla y la Virgen agradecieran al público conquense este cálido recibimiento tras una gloriosa procesión del Hosanna. Que se cumplan muchas más. Como mínimo, otras cincuenta.
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