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Cristina Báguena, el relato de una conquense superviviente de un cáncer de mama

Con motivo del Día Internacional de la lucha Contra el Cáncer de Mama que se celebra este 19 de el Colegio de Médicos de Cuenca ofrece esa entrevista de Cristina Báguena, escritora conquense y superviviente de un cáncer de mama

Actualmente y después de dos abortos, Cristina Báguena está esperando su primer y anhelado bebé, el cual nacerá en unas semanas. Todo este tiempo ha estado dando charlas sobre el cáncer y presentando su libro, el cual ha tenido más acogida de lo que esperaba y en el que cada venta se destinan dos euros a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).

¿Quién es Cristina Báguena Ruescas?

Cristina es una chica humilde de 43 años, natural de Majadas (Cuenca) e Higienista Dental, donde ejerce desde hace 13 años en Motilla del Palancar. Hace dos años y en unas circunstancias muy difíciles atravesó por un cáncer de mama. Ahora, ya curada ha publicado su primer libro “Cáncer de mama. Diario de una mujer de 41 años” en el que cuenta su experiencia y ofrece consejos para ayudar a personas que estén pasando o hayan pasado por algo parecido.

¿Qué alarma recibe tu cuerpo para que te des cuenta de que algo va mal?

Fue complicado porque nunca había notado ni sentido absolutamente nada. Cuando me pasa esto tengo 41 años y en la seguridad social hasta los 45 años no te hacen las primeras mamografías, entonces yo supongo que como otras tantas mujeres ni se te pasa por la cabeza que puedas tenerlo ni que te pueda salir nada y menos aún sin tener síntomas. Normalmente esperas a que te llegue una carta y te diga que te tienes que hacer una mamografía.

Estuve embarazada y a los cuatro meses tuve un aborto, al mes de ello fue cuando empecé a notar algún síntoma. Notaba un poco más hinchada la mama y una noche eché un par de gotitas de sangre, eso ya sí que me alarmó. Empecé a hablar con mi médica y pensamos que iba a ser a raíz del aborto, ya que había sido muy reciente. Creíamos que podía ser una mastitis. La médica me pidió la mamografía, pero me daban cita para dentro de unas semanas.

Mientras tanto, como no paraba de pensar y pensar, decidí no esperar tanto y acudir a una clínica privada, donde me hice la mamografía y ahí me dijeron que había muchas microcalcificaciones y que se veía una masa relativamente grande y que no pintaba muy bien. Me dijeron que fuera a la seguridad social a que me realizaran una biopsia. Me dijeron que a priori, pintaba mal.

Cuando volví a la seguridad social, pues efectivamente, empezó toda la aventura.

¿Pasó mucho tiempo desde que te lo dijeron hasta que te dan el diagnóstico y empiezas el tratamiento?

En agosto fueron los primeros síntomas y la ecografía, a mediados de agosto, el 14 o así, me hicieron la biopsia y ahí tenía que esperar unos 15 días aproximadamente para los resultados. Todo transcurrió en el mes de agosto. A finales ya me llamaron para darme cita en oncología y en cirugía que ya sólo esas palabras me asustaron, por cierto. (Justo estaba de vacaciones y dije que me volvía y me dijeron que no, que ya terminara mis días y volviera).

Cuando fui a la cita, me dijeron lo que tenía que era cáncer de mama, que era de tipo hormonal, que era un poquito grande y lo que tenían pensado (ya que se reúnen las partes de cirugía, oncología). Me dijeron que lo mejor era quimioterapia para reducir el tamaño, después según como quedara de tamaño, operar y luego, según quedara, radioterapia o no.

Todo esto fue a finales de agosto y el 7 de septiembre empecé la primera sesión de quimioterapia.

¿Qué pensaste/sentiste cuándo recibiste la noticia?

Me vine abajo. Estaba yo sola cuando me estaban haciendo la primera ecografía y me hicieron la biopsia y recuerdo que estaba aparentemente tranquila (hasta me lo dijo el médico). Claro, él me dijo ya se verán los tratamientos la quimioterapia, la radioterapia y demás y con esas palabras ya se te enciende algo. Pero estaba tranquila porque quería estar pendiente de todo lo que me decía el médico, quería estar atenta, estaba yo sola y a la vez estaba pensando, ostras, Santi, mi marido está fuera esperándome que no sabe lo que me están haciendo y llevo aquí casi una hora.

Cuando salí me agarré fuerte a él y según salimos le dije a Santi que esto pintaba mal y antes de terminar la palabra quimioterapia me puse a llorar y pensé “¿por qué me está pasando esto? Si aún estoy sufriendo el aborto que acabo de tener y ahora un cáncer”

Ahora puedo decir la palabra cáncer, antes era imposible, cada vez que la pronunciaba era llorar y llorar y pensar ¿por qué me pasa esto a mí? ¿qué he hecho yo? Te vienes abajo, se pasa mal.

¿Cómo contaste que tenías cáncer?

Primero lo tuve que asimilar yo y mi marido. Bueno, lo medio asimilamos. Los primeros días eran sólo llorar y poco a poco empecé a reaccionar y a decir venga, si esto es lo que hay, pues a coger el toro por los cuernos. Hay que hacerlo de la mejor forma posible y hacia adelante.

Yo tampoco quería preocupar a los demás, pensé en cómo decírselo a mi gente y a mi familia sin que sea tan doloroso como me está resultando a mí. Entonces se lo dijimos suavemente “me han visto algo en el pecho, parece que es malo, pero hay que esperar a los resultados”. Y así, poco a poco se lo fuimos diciendo. Las reacciones fueron con alguna lagrimilla, pero todos intentaron disimular y, bueno, al final, lo llevamos bien dentro de lo que cabe.

¿Cuánto tiempo estuviste de quimioterapia?

Quimioterapia fueron 6 meses, cada tres semanas. Cada lunes una sesión. Fueron 8 sesiones, las cuatro primeras eran de una clase y las cuatro siguientes, de otra.

De las primeras preguntas que le pregunté al oncólogo al empezar la quimio era sobre la caída del pelo, el me dijo que sí, se me iba a caer, pero que me saldría otra vez.

Eso era algo que me llamaba mucho la atención porque es duro pensarlo, ya no verte, porque nunca te has visto así, sino pensarlo era duro, me costó un poco aceptarlo.

Me acuerdo que el primer día que empecé era raro, pensaba en qué me iban a hacer, en cómo se hacía. Te hacen primero una analítica y después te ponen una vía, donde te meten las bolsas de la quimioterapia.

En realidad, tenía miedo, pero a la vez curiosidad, era una mezcla muy rara. Tenía grupos de WhatsApp de amigos y de familia y a veces mandaba fotos de las bolsas de quimio con comentarios de “mirad, hoy me lo han puesto de fresa”, intentando meter un poco de humor a todo. Intentaba que vieran que estaba en esa situación, dándome la quimioterapia, pero a la vez, pues sacando algo de humor.

Además, me pilló justo en la pandemia. Mi familia estaba en Cuenca y estaba sola con mi marido.

Una vez que te dicen que es tu última sesión ¿qué pasa?

Bueno, el proceso era acabar las sesiones, sabía el día que acababa la última. Ese día me acuerdo que fui muy contenta, ya no tenía pelo, ya iba con mis gorros, me pintaba mis ojos, mis cejas, iba arregladita, iba muy bien. La verdad que todo el mundo me decía “¡Ay que guapa!” y la verdad es que me subía mucho la autoestima. Me acuerdo de hacerme una foto super sonriente y la mandé a todos los grupos de WhatsApp y todos diciéndome lo guapa que estaba.

Al mes aproximadamente tocaba la operación. Me dijo la cirujana que podían darse varias opciones. Una de ellas, que al abrirme y según vean se pudiera reconstruir el pecho (me dijo que lo más seguro es que tuvieran que extirpármelo entero, porque la lesión era grande más las microcalcificaciones). Había opciones de ponerme una prótesis en el momento y si no se pondría un expansor que luego se va corrigiendo y luego con el tiempo se opera. Pero claro, todo eso dependía de lo que ellos vieran cuando operaran.

Cuando dijo lo de la reconstrucción en el momento yo pensé “ojalá sea así y en el mismo momento me lo hicieran todo y así evitarme volver a quirófano”. La imagen que tenemos de algún anuncio que sale una mujer sin pechos o sólo con uno, madre mía, que duro, yo no quería eso.

Me operaron el 5 de marzo y cuando salí de la operación y me desperté vino la cirujana y me dijo que me habían salvado el pecho y me habían hecho una reconstrucción. Dentro de lo dormida que estaba no podía parar de decir “gracias, gracias, gracias”. Me preguntó si quería ver mi pecho y yo claro estaba deseando. Me levantó un poco la gasa y me pude ver lo que es mi piel. Me dijo que había sacrificado el pezón, pero me lo había recosido.

Eso la verdad que fue un alivio porque pensaba que debía de ser muy duro salir sin un pecho y someterte a más operaciones.

Después de eso, tocó la fase de recuperación, el pecho estaba hinchado, tenía que llevar un sujetador especial, pero bueno, yo me veía y decía, “ya está, me lo han salvado, es diferente, pero bueno, ya está, estoy viva, porque realmente en algún momento piensas que te vas a morir”.

Luego me dijeron que como había sido la lesión grande, más de lo que nos esperábamos porque había ganglios afectados y demás que me iban a dar radioterapia y la hice en junio, 20 sesiones. Ahí la verdad es que bien, era de lunes a viernes, era un momentito, 5 minutos de radiación. Me echaba mucha crema y ahí fue cuando salí de la última sesión y dije “se acabó, ahora es el final, ahora se acaba esto”.

Ahora acabas de publicar un libro ¿Cómo se te ocurre la idea?

La verdad es que no tenía idea de hacer un libro como tal. Yo me empecé a hacer apuntes. Como esto para mí era una novedad, pues apuntaba sobre cosas de alimentación, de la piel. Claro, tenía que utilizar cremas específicas para las uñas que se debilitan mucho, otra crema para el pecho, luego me pintaba las cejas cuando no tenía pelo.

Vi tanta información y tantas cosas que eran necesarias y que no sabía que me fui haciendo como un libro apuntando las cosas y ahí fue cuando se me ocurrió la idea de publicarlo. Mientras escribía, pensé en que podría ayudar a que las personas que están pasando por lo mismo que yo no tengan que estar buscando tanta información o para que no les pille de sorpresa a lo que se van a enfrentar.

Si yo lo hubiese sabido antes, hubiese buscado algún libro de referencia. Como fue muy rápido, no me dio tiempo y tampoco sabía cómo hacerlo.

Empecé a escribir mis propias experiencias, y a través de ahí he ido incluyendo consejos específicos para cada situación. Por ejemplo, antes de que el oncólogo te diga que se te va a caer el pelo, porque es una cosa a la que te vas a enfrentar si o si, es importante ponerse a mirar con antelación gorros o pelucas que le gusten a una misma.

El libro es mi diario, porque escribo todo mi proceso, todo lo que yo he vivido. A pesar de ser muy vergonzosa, en este libro me abro en canal, cuento todo.

¿Te ha ayudado escribir este libro?

Sí, mucho. Porque por un lado sé que puedo ayudar a alguien. No sólo a enfermas de cáncer de mama sino a su entorno, a familiares o amigos para que apoyen siempre a la persona.

He ido conociendo a gente, en la quimioterapia he conocido a alguna amiga, en el parque he conocido a otra persona que ha tenido también cáncer de mama y hemos hablado sobre todo esto. A ésta última, le comenté que existían unos pincelitos para las cejas y como ella lo desconocía, pues pensé en decirlo en mi libro. Es algo que no se sabe y es muy útil.

Sobre todo, escribí el libro para dar ánimos. Hay días en los que se está fatal, que no te quieres ni mover porque los síntomas de la quimio son fastidiados y lo pasas muy mal, pero tienes que tener cabeza para salir adelante. Es muy fácil caer y llorar y hundirte y como no seas capaz de subir y levantar la cabeza, te hundes. Además, se te pasan por la cabeza muchos pensamientos de recaídas cada vez que acudes a revisiones, el miedo ya no se va.

Este libro me ha servido para desahogarme y decir las cosas como las siento y poder decir cáncer sin llorar, porque era imposible.

¿Cómo estás ahora?

Muy bien, feliz. Ahora estoy muy bien. Aunque tengo secuelas (todavía tengo un dolor en el brazo y tengo que hacer ejercicios para mover el brazo porque no tengo sensibilidad, lo tengo un poco fastidiado). Pero bueno, pienso en lo que podría haber sido y pienso que estoy estupenda y me veo y estoy bien. Si yo no lo digo no se me nota.

Me veo y digo bueno, lo he pasado, parece imposible, todavía no me lo creo que lo haya vivido, pero ha quedado atrás.

No se te olvida que has tenido cáncer, pero vuelves a la vida normal todo lo que puedes. Sabes todos los días que has tenido un cáncer, pero intentas volver a la vida normal, no queda otra. Por ejemplo, cada noche al dormir tengo las molestias en el brazo o me tengo que tomar una pastilla diaria durante 5-10 años que afecta a los huesos.

De todos los consejos que das en tu libro, ¿cuál les darías a tus lectores?

Hay muchos que daría a la persona que lo esté pasando. Pero en mi libro, al final, hay consejos dirigidos a la familia, a los amigos, a todos.

No hay que tener miedo. Una persona que tiene cáncer de mama lo que menos necesita es que no le hagan caso. Tenemos muchos altibajos, un día estas alegre, otro día triste, otro día estás llorando y otro día te quieres morir. El consejo que daría es no abandonar a una persona que está atravesando un cáncer, que pregunten y se preocupen de cómo está la persona.

No dejar nunca sola a una persona así, porque los días que estás mal y estás muy baja el apoyo de la gente ayuda mucho.

Aún recuerdo el día que volví al pueblo, porque se me ponen los pelos de punta todavía. Recibí un cariño de la gente, unos abrazos que no se me van a olvidar jamás en la vida. Veía en sus caras la preocupación. Ese cariño que recibí me llenó, fue increíble.

En resumen, que estén pendientes de la persona, sin agobiar, pero que no la dejen que esa persona necesita ayuda.

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