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La Catedral planea crear un museo de tejidos en una estancia palaciega de la Capilla de los Caballeros

Los continuos trabajos arqueológicos en el interior de la Catedral de Cuenca siguen sacando a la luz secretos escondidos desde hace siglos, y un último ejemplo se encuentra sobre la Capilla de los Caballeros, donde se ha vuelto a abrir un espacio que estuvo dedicado a una antigua estancia palaciega de más de 500 años que ahora, y así lo sueña el director de la catedral, José María Albares, se pone como objetivo albergar un museo de tejidos para mostrar todas las telas centenarias que alberga el edificio.

Miguel Ángel Albares ha explicado que, según su experiencia, cada vez que la Catedral ha recuperado algún espacio, “bien una pequeña capilla, un retablo o una reja que vuelve a su policromía original”, la actuación se traduce en más visitantes.

Ahora, con lo que ha venido a denominar ‘La Casa de los Capellanes” sobre la Capilla de Caballeros, se puede ofrecer “un espacio espléndido” que hay que recuperar, tras haber solucionado un problema de humedades.

“Mi sueño es hacer un recorrido a través de la sacristía de la capilla, subir por esa escalera de caracol preciosa, llegar a la Casa de los Capellanes y que el visitante se encuentre todo rehabilitado”, un espacio que se dedicaría a “Un museo de tejidos”.

Y es que, según apunta, “en la catedral hay tejidos valiosísimos de hasta el siglo XV” que hoy por hoy reposan “en cajones y armarios”, eso sí, “cuidados convenientemente” y utilizados en algunas liturgias.

“¿Por qué no utilizar este espacio para musealizar los tejidos y los textiles de la catedral, que son fantásticos, para que todo el mundo pueda disfrutarlos?”, se ha preguntado, mostrando su deseo de conseguir este extremo en el corto plazo.

La catedral “siempre va dando sorpresas” y eso implica una dedicación presupuestaria que podría alejar en el tiempo el deseo de Albares. Así, explica que en estos momentos se están rehaciendo las cubiertas del claustro, lo cual absorbe gran parte de lo que queda en caja.

Es por ello que desearía “alguna ayuda institucional” que pueda “acelerar los procesos”, ya que el músculo propio del templo no lo permite.

GANANDO ESPACIOS 

La vocación de la Catedral es seguir ensanchando sus espacios para mostrar otros puntos de vista al visitante, y como muestra, Albares hace referencia al paso abierto por el triforio para contemplar la nave central desde el rosetón de la fachada.

Esta nueva opción “ha atraído a un número de visitantes muy importante” incluso entre los propios conquenses que ya conocen el templo, por lo que vaticina que seguir abriendo espacios “atreaería muchas más visitas”.

Asegura además que todavía quedan sorpresas de puertas para adentro, como la encontrada casi por casualidad al levantar un lienzo del siglo XVIII para su restauración, que sacó a la luz una “tabla fantástica de un San Julián vestido de pontifical”, de 200 años antes. “Cada vez que tocamos algo en la Catedral, puede salir algo nuevo”.

UNA CAPILLA DE 800 AÑOS

En cuanto a este espacio olvidado, el arqueólogo de la Catedral, Santiago David Domínguez, explica a Europa Press que la Capilla de los Caballeros sobre la que surge este espacio palaciego tiene su origen en el siglo XIII, cuando García Álvarez de Albornoz y Teresa de Luna le cortan la cinta para dedicarla al entierro de sus linajes familiares.

Un espacio que se reforma a la par que la finalización de la girola de la Catedral, “una ampliación muy ambiciosa que se ejecuto entre los siglos XV y XVI”.

Una vez terminada, se reforma también la Capilla de los Caballeros con el impulso de Luis Carrillo de Albornoz, quien hace el encargo al hijo del arquitecto maestro de la girola, Antonio Flórez.

Es aquí donde coge forma la Casa de los Capellanes, “estancias palaciegas” que además abrieron ventanas para tener vistas a la calle San Pedro, “donde estas familias tenían propiedades”.

Se trata, por tanto, “de estancias privadas” con alcobas, “una chimenea muy digna”, y sobre todo, unos fantásticos techos.

“Artesonados de madera noble, bastantes caros en su ejecución, y con policromías y pinturas de una factura maravillosa” que ahora necesitan restauración, pero “que se conservan muy bien” junto a los frisos, pintados “con bastante calidad” y todo con toque renacentistas.

Este tipo de construcciones, en opinión del arqueólogo, “se puede considerar un gesto de poder de la familia, tanto a nivel político dentro de la Corona de Castilla como a nivel cortesano”, pero también “a nivel de jerarquías eclesiásticas y dentro de las estucturas del poder”.

Una estancia que esconde secretos más allá del tiempo en el que estuvo operativa, y es que una vez cayó en desuso, sus paredes fueron lienzos de grafitis e inscripciones que ahora toca estudiar. “Lo mismo nos llevamos alguna sorpresa”, augura Domínguez.

Para ello, se requiere un trabajo de “obra y restauración”, pero también otro plano intenso de investigación, “no solo a nivel documental, sino también a nivel arqueológico y material para entender cómo se construyó el espacio”.

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